El proceso de formación inicial docente es crucial para poder contar con un futuro profesorado que tenga altas competencias profesionales. Claramente, un profesor debe saber qué enseña y cómo lo enseña, pero no debe perder de vista a quién enseña. Las aulas escolares son lugares habitados por estudiantes que difieren no solo en su forma de ser y de pensar, sino que también en sus formas de aprender. Frente a esto, los y las docentes deben, en primer lugar, conocer cómo aprenden sus estudiantes, y en segundo lugar, tener la capacidad de responder a cada uno de estos diversos estilos para así ofrecer oportunidades de aprendizaje que sean efectivas para la totalidad de sus estudiantes.
Para ejemplificar lo anterior, si un docente trabaja un objetivo de aprendizaje relacionado con la suma de números hasta 20, lo más seguro es que en su sala tenga estudiantes que podrán resolver los ejercicios de manera mental. Sin embargo, también tendrá algunos que aún no puedan realizarlo de esta manera y necesiten el apoyo de otros materiales para lograrlo. Si no identificamos esas distintas formas de aprender podríamos poner en riesgo el aprendizaje de aquellos estudiantes que aún son más concretos e incluso generar brechas de aprendizaje. Como este, hay mil ejemplos que pueden ilustrar la importancia de saber cómo aprenden nuestros estudiantes y en contar con estrategias pedagógicas que promuevan, de esta manera, el aprendizaje de todos y todas.
Competencias como la observación de aula y el análisis de datos para la toma de decisiones basada en evidencia son fundamentales, ya que apoyan al profesorado a alejarse de los procesos de enseñanza basada en un niño tipo.
Para que esto sea efectivo, se debe contar con planes de estudio que promuevan estas habilidades. Países nórdicos, como Finlandia o Noruega, cuentan con planes de estudio basados en investigación, desarrollando estas competencias de manera transversal y sistemática.
Trabajos como estudios de caso, análisis de incidentes críticos, levantamiento de problemas en el aula, elaboración de planes de mejora, observación de aula, retroalimentación de pares sobre el trabajo pedagógico y análisis de datos de evaluaciones, son recurrentes. De esta manera se promueve que, desde el inicio del proceso de formación, se trabaje en aulas y estudiantes reales. Se los enfrenta a la diversidad de una sala de clases y a cómo poder responder a ésta de la mejor manera.
En nuestro país, el proyecto Fondecyt Iniciación que lidero -Desarrollo y Aplicación de Competencias de Investigación en Estudiantes y Egresados de Carreras de Educación General Básica- indaga en las competencias investigativas que desarrollan las carreras de pedagogía en educación básica y, si bien se promueve el desarrollo de algunas, como por ejemplo la observacional y la reflexiva, otras como la analítica o la propositiva (que se centra en la generación de planes de mejora) son escasamente abordadas. Adicionalmente, no se evidencia una sistematicidad en el desarrollo de éstas. Frente a esto es importante repensar el cómo estamos formando a los futuros profesores y en las herramientas que les estamos entregando para enfrentarse a la compleja labor de educar.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado