Espejismos en la educación

Demás está expresar lo complejo que son estos tiempos desde todo punto de vista: político, social, económico, ambiental y sanitario, pero un aspecto trascendente como es la formación de las nuevas generaciones, ha sido relegado a un segundo plano y quienes lo observan, parecen estar atrapados en un enfoque tradicional de análisis.

Obsesionados por una supuesta pérdida de los conocimientos disciplinarios que señalan los currículos y sus programaciones existentes, lamentan, lo que a sus ojos pareciera ser irreversible, junto con establecer una separación total de los aprendizajes que estos tiempos nos están señalando como importantes de favorecer.

Educación parvularia repite esta mirada tanto en la priorización curricular que propone el MINEDUC, como en el énfasis de sobre escolarización que arrastra este nivel desde hace un tiempo, al enfocarse sólo como un preparatorio para educación básica, y en las “guarderías” que algunos vuelven a proponer en estos momentos, perdiendo su riqueza formativa integral y los avances de este nivel como un Derecho desde que se nace.

Afortunadamente no todos ven lo mismo y desde la academia hay llamados recurrentes a revisar estas enormes equivocaciones. Recientemente en una publicación de la Revista Latinoamericana de Educación Infantil, en su artículo “Hacia una didáctica de proximidad. La fuerza de lo cercano”, las españolas Ángeles e Isabel Abelleira, aluden precisamente a estas contradicciones: “En medio de todas estas disputas encubiertas, los pequeños son bombardeados con programas de estimulación de todo tipo de inteligencias, habilidades, aptitudes, actitudes y competencias. En horarios inaceptables para cualquier convenio laboral, van pasando a lo largo de su intensa jornada por las manos de quien dice fomentar, hábitos, valores, conocimientos, sensibilidades, etc. con métodos opuestos o discordantes entre ellos.

La serenidad, el sosiego y la despreocupación necesaria en estas edades han sido sustituidas por presión, por lejanía y por apremio”.

Acorde con ello, proponen centros infantiles donde: “Hablamos de proximidad de afectos, de trato, de saberes, en las escolarizaciones y en las transiciones. Escuelas en las que lo emocional, lo humano, lo natural, lo cultural, lo social giran alrededor de la persona construyéndola, cimentándola, ayudando a crecer al individuo y al ciudadano.”

Extrapolemos a nuestro país. En tiempos de estallido social con todas sus demandas, de pandemia con sus temas de vida y muerte, de refundación de un nuevo Chile a través de todo el proceso constituyente que se va a realizar, la educación chilena no ha cambiado en sus contenidos y focos. En la formación inicial y continua de profesores y técnicos, en la educación de niños, niñas y jóvenes, en las universidades, todo sigue igual, solo que se hace en forma virtual cuando se puede.

Esperamos, por tanto, reacciones de todos los involucrados incluyendo la familia, y que nos centremos a analizar qué se necesita para vivir mejor en estos nuevos tiempos pensando en el bienestar de todos; revisemos qué carencias se develaron, qué valores y cotidianeidades hemos tenido que revalorizar, qué hemos aprendido duramente, qué nuevos caminos descubrimos y cuáles faltan por emprender.

Esta reflexión profunda sobre nuestro pasado, presente y futuro, su decantación en nuevos énfasis y formas de implementar lo formativo, empiezan en educación parvularia por razones obvias, pero es un quehacer para todo el sistema educativo.

Chile y sus habitantes, merecemos vivir en un país mejor y ello se construye con participación, con creatividad, con una mirada responsable y ciudadana. Todo ello no se adquiere, se forma con amor e inteligencia.

Que los temas valóricos y de bienestar también se traduzcan en una mejor relación con la naturaleza, y en espacios y formas para el cuidado personal y colectivo.

Esperamos que en estos tiempos de renacer que la primavera y la historia nos ofrecen, surja el verdadero propósito para la educación.

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