Pegan a un profesor

El pasado 7 de noviembre los profesores y profesoras de Montevideo, Uruguay, tras la convocatoria de la Asociación de Maestros de Montevideo (ADEMU), realizaron un paro por 24 horas, en respuesta y protesta contra la agresión que sufrió un maestro por parte de un alumno. Las noticias declaran que los estudiantes que presenciaron el hecho quedaron conmocionados.

En la fuente donde he podido recoger esta información no detallan cual fue la agresión sufrida, pero sí destacan que frente cualquier tipo de violencia contra los profesores o profesoras, la ADEMU asume el paro como medida sindical. Revisando más información de ese país, se puede ver que, en años anteriores y por hechos semejantes, el paro ha pasado del nivel local al nacional.

Contrastan estas medidas con las casi nulas acciones o movilizaciones por parte del Colegio de Profesores y Profesoras de Chile en respuesta a hechos semejantes ocurridos en el último tiempo. Hace un mes, en este mismo medio se difundió una encuesta (realizada por el Colegio en cuestión) que expuso el grado de violencia sufrido por los docentes en nuestro país: el 86,8% ha sido insultado en los establecimientos; el 25,5% ha recibido amenazas; el 10,9% ha recibido golpes y el 2,9% ha sido objeto de agresión sexual. Hay que destacar que, en cada una de estas cifras, la mayoría de las víctimas (de manera abrumadora) han sido mujeres.

En relación con la brutal golpiza recibida este mes por un profesor en San Ramón, el presidente del Colegio de Profesoras y Profesores de Chile, Carlos Díaz Marchant, realizó un video, de 1 minuto y 12 segundos de duración, condenando agresión. Hace ahí un llamado a las autoridades que tomen medidas frente a este condenable hecho. No he podido encontrar, pese que he buscado bastante, alguna autoridad que haya respondido a este ingente llamado de Díaz.

Me parece que sólo hubo un llamado para realizar una movilización nacional en apoyo al paro de 70 días que realizaron los docentes en Atacama (la que no tuvo ninguna intención de masividad), y que hubiera ayudado a visibilizar la tragedia. Claramente no se trata de que el Colegio no los apoyara, pues entrevistas hubo en defensa y en su sitio web se preocupó de reflejar la realidad de las condiciones precarias que sufren en esa zona los colegas. Debo imaginar que la institución asume que esta página de internet goza de un nivel de notoriedad altísimo y su influencia en las autoridades nacionales es rotunda, para que las acciones que realizan a nivel nacional se agoten en algunas notas de prensa en ese medio, cuya información casi nunca es reproducida por otros medios de comunicación de mayor alcance.

Es evidente que las causas de la crisis educacional chilena tienen múltiples y complejas razones, que se han naturalizado, al punto extremo que una golpiza casi mortal a un profesor carece de respuestas concretas y cuya noticia ya forma parte del archivo documental. Pero sin duda la decidía del Colegio de Profesoras y Profesores de Chile (cuyo sello centralista es su pathos, de ahí que sea patético) frente a las calamidades que sufren día a día los y las docentes es parte integral del problema.

Año a año, desde el retorno a la democracia, se han sucedido grupos de llamados expertos que han modificado o han pretendido modificar el sistema educacional chileno. Y frente cada cambio, grupos aislados han tenido que reaccionar de manera independiente. Si los expertos de turno deciden que hay que eliminar la asignatura de Historia de la malla, bueno, los y las docentes de Historia que se movilicen para evitarlo; que si otro año es la Filosofía la descartable, bueno, allá tienen que movilizarse los y las docentes de Filosofía; si es Música, los músicos; y así. Mientras, el Colegio saca comunicados.

En su página web, el Colegio se jacta de diversas cualidades, entre ellas su tamaño organizacional, su capacidad de negociación, su compromiso social, etc., etc. No estaría mal que releyeran cada una de estas cualidades que sin duda les dan atributos de sobra para alcanzar una posición que posibilite una acción coherente y unificada entre los y las docentes, que los valide como un actor social y político frente esas autoridades a las que continuamente hacen llamados, pero que muy rara vez les responden.

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