Sobre el aro de luz, el índice Kardashian y la docencia

Estas semanas, luego de un paro que se extendió por seis meses, los trabajadores de uno de los colegios emblemáticos de Temuco retomaron sus labores. Hablando con un docente de la tercera edad, que trabaja en este colegio, pude reconocer los múltiples temores que despierta el retorno a clases, ya sea en modalidad presencial, a distancia o híbrida.

Es que como ya se ha planteado, la mayoría de los docentes con alta experiencia pedagógica, los que probablemente encasillaríamos como expertos bajo nuestros propios estándares, no podrán lograr el alto desempeño al que estaban acostumbrados en los tiempos de la docencia presencial.

Bajo la misma lógica anterior, los docentes con menos experiencia académica, pero con más horas de práctica en entornos de enseñanza virtual, pueden obtener mejores resultados y logros con sus estudiantes, sin ser necesariamente más expertos que aquellos docentes que ostentan más años dedicándose a la enseñanza. Siguiendo este razonamiento, podríamos determinar nuestro propio índice Kardashian aplicado al ámbito escolar. Este indicador, introducido con un objetivo irónico por el biólogo Neil Hall, mide la discrepancia existente entre el nivel de popularidad que posee un científico en redes sociales y el número de citas que ha obtenido en el ámbito de la comunidad científica y sus publicaciones indexadas. En parangón con la docencia, podemos observar que no necesariamente las profesoras y profesores con mayores logros en el desafío de enseñar en el contexto de pandemia, corresponden a quienes cuentan con competencias pedagógicas docentes avanzadas y viceversa.

Es acá donde vienen grandes desafíos para nuestra una sociedad, forzada a encarar una nueva realidad. Creo que estamos relativamente de acuerdo que no es una nueva normalidad, sino que una realidad alterna la que vamos a vivir como sociedad. Y es donde tenemos que pensar en los sujetos que queremos formar en nuestros colegios, institutos y universidades, porque quizás las necesidades se vean tergiversadas en esta nueva realidad, en lo que queremos en que requerimos. Es que hace algunos años atrás la búsqueda de la humanidad estaba en el encontrar el sentido, en encontrarnos a nosotros mismos. Y nos enseñaron que para poder ver tu alma tienes que ser capaz de verla en el reflejo de los ojos de otra persona.

¿Ustedes conocen el aro de luz para Instagram? Sí, todas y todos, o casi todos, lo conocemos o hemos comprado uno. Hace un par de días escuché el postcast de Liniers y Montt en el que entrevistan a un dibujante llamado Tute. Durante el diálogo describieron al aro de luz como un objeto "para verte mejor", el que irónicamente no cumple la función de que nos vean mejor, muy por el contrario, lo que se busca es que uno mismo se vea mejor. En esta escena tan singular, buscamos el reflejo de nosotros mismos en la pantalla que está en nuestra mano para poder aprobarnos, según cómo queremos que nos vean.

Pues en la formación de los profesionales de la educación sucede exactamente lo mismo que con el aro de luz. El currículum nacional debería ser el reflejo de lo que queremos o necesitamos como sociedad, pero a partir de su reflejo en "los ojos de otros", no visto con un aro de luz. Para ello, se hace necesario ponernos a pensar en lo que queremos en base a lo que necesitamos en tanto sociedad compleja que se construye, no buscando más "likes" de los estudiantes. Pensar como profesores y profesoras formadores de personas requiere pensar la enseñanza y el aprendizaje desde las necesidades de una comunidad. Quienes trabajamos en la formación de profesores, por nuestra parte, necesitamos distinguir y profundizar en aquello que los estudiantes necesitan o necesitarán, y no solo preocuparnos de nuestra comodidad o del aro de luz que permita vernos mejor.

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