Gatopardismo: cuando la ilusión de protección mata

Salió corriendo para jugar un rato con su hermano mayor. Llevaban tres meses desde que el tribunal los separó de sus padres. La hermana menor quedó en custodia de una tía y ellos en un hogar. La pelota rodaba hasta el fondo de la cancha esperando que la detuviera con un pase de vuelta. Pero no pasó nada. Su hermano ya no estaba ahí. Recién, así entendió lo que la tía de la residencia le había tratado de explicar a sus 5 años. Lloró tanto que la tierra dejó dos surcos negros bajo sus ojos. Necesitaba un abrazo, pero sólo el frío de la tarde lo envolvió en la calma impotente.

El Estado los separó de sus padres para cuidarlos, pero luego los separó entre ellos, igual que a cientos de niños que también son desarraigados porque los cupos no existen y deben ser enviados lejos de muchas veces el único afecto que les queda.

El artículo 27 de la Ley 21.430 de Garantías de la Niñez mandata la no separación de hermanos y el facilitar la revinculación familiar e inserción en su entorno y sólo establece excepción en el bien superior del niño, jamás en la disponibilidad de oferta del Servicio de Protección Especializada. En otras palabras, se incurre en una expresa vulneración de la ley, si el estándar de representación jurídica que establece la ley actuara según lo dispone el artículo 50, el abogado del niño impediría, en todas las instancias posibles, el incumplimiento de esta norma. Pero no se cumple el 27 ni tampoco el 50, así como no se cumple la protección administrativa de las oficinas locales, ni las garantías GES en salud mental adolescente. Tampoco se cumple con el rol de acreditar la calidad de los Organismos Colaboradores por parte del Comité de Expertos, quienes en la Comisión de Investigación de Mejor Niñez declararon no contar con las herramientas para cumplir el rol que el legislador definió.

Por otra parte, mientras el legislador insta a que no se institucionalicen niños de 0 a 3 años, las residencias de lactantes siguen operando e incluso, se abren nuevas. En la misma línea, cuando el Estado asume como compromiso erradicar la explotación sexual comercial infantil, nos damos cuenta que la oferta del Estado es la misma de hace 15 años y las víctimas crecen sin saber de datos actualizados. Y pese a comisiones investigadoras, no se ha avanzado absolutamente nada en prevención, tratamiento integral y eficacia en la persecución penal con 7 de cada 10 causas que se archivan.

Cuando más se necesita oferta con evidencia para trabajar con las familias, se elimina del Sistema Lazos -de la Subsecretaría de Prevención del Delito-; el programa Familias Unidas, que reduce significativamente la probabilidad de consumo de alcohol y otras drogas en niños. En los últimos años se ha legislado una vigorosa institucionalidad de niñez, sin embargo, hemos caído en una ilusión de protección, un gatopardismo asfixiante que sofoca el futuro de quienes más nos necesitan, sin prevención ni protección, sin tratamiento, rehabilitación ni reinserción. Están muriendo niños y no nos importa. Los garantes con una pasividad asombrosa no son capaces de exigir que se cumpla la ley. El Senado hasta el día ni siquiera ha logrado ponerse de acuerdo para nombrar a la persona que lidere la Defensoría de la Niñez, con más de 5 meses de retraso.

Las familias en total abandono lloran a sus niños, hermanos son separados, hijos desarraigados, niñas violadas, drogadas, asesinadas. Invisibles, ocultas, olvidadas. Sólo carpetas que se acumulan en un tribunal, niños desaparecidos que nadie busca. Cómo es posible demandar una nueva sociedad, más justa, inclusiva, solidaria, si no somos capaces si quiera de hacernos cargo de la realidad de la niñez más vulnerada. No se puede construir un nuevo Chile sobre esos frágiles cuerpos, sobre sus corazones pisoteados, su inocencia transada. No, no se puede, porque cada uno de esos niños son todos los niños del mundo.

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