Acuerdo Israel-Hamás: el difícil camino hacia la paz

Después de tres días de negociaciones en la ciudad egipcia de Sharm el Sheik, en la Península de Sinaí, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció el 8 de octubre de 2025 que se había llegado a un primer acuerdo entre Israel y Hamás. El anuncio, publicado en su foro particular, Truth Social, señalaba que ambos actores habían firmado la primera fase del plan de paz, lo que implicaba la liberación de todos los rehenes israelíes y el retiro gradual de Israel de sus tropas en Gaza como primeros pasos para una "paz duradera". El mensaje de Trump terminaba agradeciendo a los países mediadores de Qatar, Egipto y Turquía por este "histórico acuerdo".

Este acuerdo, de 20 puntos, establece que Gaza será una zona libre de terrorismo, la que será reconstruida. Los apartados 4 y 5, sobre los que se ha llegado a este acuerdo inicial entre las partes, comprende la devolución de todos los rehenes, vivos y muertos, a cambio de la excarcelación de 1.950 presos palestinos, entre ellos 250 condenados a cadena perpetua. En una segunda fase, se establece que, una vez realizada la entrega de rehenes y aceptado el acuerdo, los miembros de Hamás que entreguen sus armas recibirían una amnistía, y se reanudará la ayuda humanitaria a la franja, la que ingresará a través de agencias internacionales, incluyendo la Media Luna Roja.

En lo que se refiere a la forma de gobierno, se dispone de una "administración transitoria", sin participación de Hamás u otras facciones armadas palestinas, la que sería encabezada por un comité palestino supervisado por una "Junta de la Paz" presidida por Trump. Al mismo tiempo, se establecería una "Fuerza Internacional de Estabilización" para ser desplegada en Gaza, la que, en coordinación con Jordania y Egipto, apoyará a las "fuerzas policiales palestinas" en la franja. En los últimos apartados se señala de manera explícita que "Israel no ocupará ni anexará Gaza", que habrá un proceso de diálogo entre Israel y los palestinos, que se crearán las condiciones "para la autodeterminación y un futuro Estado palestino".

Este acuerdo, alcanzado tras cumplirse el segundo aniversario de los ataques del 7 de octubre de 2023 realizados por Hamás en contra de Israel y la fuerte represalia de este país en contra del territorio gazatí, tiene la potencialidad de cambiar no solo el alcance del conflicto israelí-palestino, sino también producir una reestructuración geopolítica en el conjunto del Medio Oriente. En este sentido, puede tener una importancia de la dimensión de los acuerdos de Camp David (1978), que dieron paso a un Tratado de Paz entre Israel y Egipto, o los de Oslo (1993), que buscaron infructuosamente una solución definitiva al conflicto israelí-palestino; ambos acuerdos mediados por figuras presidenciales de Estados Unidos, como Jimmy Carter y Bill Clinton, respectivamente.

Ahora bien, sus limitaciones no son menores. En primer lugar, está por verse la forma en que se producirá el desarme del movimiento islamista Hamás, qué pasará con sus líderes, si algunos de ellos, tras deponer sus armas, se incorporarán a alguna fuerza política palestina y, en este caso, cómo será su relación con la Autoridad Nacional Palestina. En segundo lugar, hay sectores políticos israelíes que son contrarios al acuerdo y así se pronunciaron en la votación del gabinete israelí, realizada en la madrugada del 10 de octubre: los ministros de Finanzas, Bezalel Smotrich, y de Asentamientos Nacionales, Orit Strock, ambos del Partido Sionista Religioso, y el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, del partido ultranacionalista Poder Judío.

A lo anterior, hay que agregar que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, perteneciente al partido Likud, ha expresamente rechazado la formación de un Estado palestino, lo que se contradice con lo señalado en el penúltimo apartado del acuerdo alcanzado, que habla de crear las condiciones para la formación de un "futuro Estado palestino". En tercer lugar, queda la implementación de una compleja arquitectura para la reconstrucción de Gaza y para la conformación de un "gobierno transitorio", con la participación de varios Estados árabes y una supervisión directa de Estados Unidos y de otros líderes occidentales, como el exprimer ministro británico, Tony Blair.

Es posible visualizar dos escenarios principales tras el anuncio del presente acuerdo. Uno, más pesimista, en que algunas de las limitaciones arriba mencionadas socaven, en cualquiera de sus etapas futuras, su implementación en su integralidad. Un segundo escenario, más optimista, que lleve hacia una solución del problema de Gaza, con el retiro israelí de la zona, una reconstrucción del territorio y la formación de un gobierno provisorio sin la participación de Hamás. Este último escenario resulta consistente con la ampliación de los Acuerdos de Abraham, donde nuevos países árabes, como Siria, Arabia Saudita y Qatar, entablaran por primera vez relaciones diplomáticas con Israel.

Con todo, para que este acuerdo lleve a una paz duradera y comprehensiva es fundamental avanzar hacia una solución integral del conflicto israelí-palestino en la fórmula de dos Estados, Israel y Palestina, conviviendo de manera pacífica, en fronteras seguras y reconocidas internacionalmente según las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, especialmente la 242, que establece el retiro israelí de las zonas ocupadas durante la guerra de 1967 y el reconocimiento de todos los Estados de la región.

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