El académico Jorge Vera Castillo se ha referido al "Día de la Tierra Palestina" con la tradicional narrativa de los adherentes de Al Fatah y Hamas sobre el conflicto de Medio Oriente, vale decir, achacando todas las culpas a Israel y omitiendo las no pocas responsabilidades palestinas.
Esta actitud reiterada pareciera tener como objetivo estratégico la deslegitimación de Israel, sin embargo, también tiene nefastas consecuencias sobre la percepción de la identidad palestina, que poco a poco parece convertirse en la antípoda del caso israelí, renunciando así a la riqueza de la identidad propia.
En otras palabras, el alfathismo y el hamasismo están reemplazando su misión-visión propalestina, por una misión-visión antiisraelí, y esto claramente repercutirá de mayor manera sobre el ciudadano palestino común y corriente.
En una primera lectura, me sorprendió gratamente ver que el citado columnista se refería a Israel como el "Estado Judío de Israel", y con cierta ingenuidad supuse que de alguna manera esto significaba un reconocimiento a los derechos históricos y jurídicos del Pueblo Judío a tener un estado en sus tierras ancestrales. Sin embargo, en una lectura más detallada, resulta evidente que el objetivo es vincular los conceptos "judío" e "Israel" con la amplia gama de falsos apelativos incluidos en ese mismo párrafo, a saber: insufribles, colonizador, conquistador, usurpador, ilegal y supremacista.
Ahora bien, obviando la diatriba emocional y entrando en lo argumental, hay que remitirse a la historia, y la historia es muy clara: El 29 de noviembre de 1947 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 181, recomendando una solución equitativa para los judíos y los árabes que compartían en ese momento el territorio del Mandato Británico sobre Palestina-Eretz Israel, el cual concluiría el 15 de mayo de 1948.
En ese momento histórico, los líderes árabes (no existía una identidad nacional palestina como se conoce hoy) rechazaron la gran oportunidad de comenzar con su propia historia independiente a la par con el Estado Judío, y adoptaron la opción de una guerra total de aniquilación.
Israel declaró su independencia el 14 de mayo de 1948, vale decir un día antes de que los británicos entregaran su mandato. En ese mismo momento, 7 ejércitos árabes invadieron Israel, pero sorprendentemente el naciente estado judío logró sobrevivir. Un año más tarde, el Consejo de Seguridad de la ONU reconoció al Estado de Israel, que se integró de lleno a la comunidad internacional.
De ahí en adelante, Israel siempre abrió sus brazos al diálogo, recibiendo sólo portazos, hasta que en 1993 se firmaron los Acuerdos de Oslo, que constituyen el marco jurídico vigente para la relación entre ambas partes.
Por eso, desde el punto estrictamente jurídico podemos afirmar que, según los Acuerdos de Oslo, por los cuales se crea la Autoridad Nacional Palestina, la declaración de soberanía e independencia de un estado palestino debe producirse como resultado de negociaciones entre ambas partes, la mencionada Autoridad Nacional Palestina e Israel. Bajo ningún concepto puede realizarse en forma unilateral, por mucho que lo avale la Asamblea General de Nacional Unidas, ya que es bien conocido que sus resoluciones no son vinculantes.
Y hablando de los organismos internacionales, que por cierto son muy importantes, no hay que perder de vista que la mayoría de ellos responden a lógicas políticas, luchas de poder y mayorías interesadas.
A modo de ejemplo, cabe citar tres de ellos, que se han convertido en verdaderas fábricas de activismo antiisraelí.
El primero es el Consejo de DD.HH., integrado por países con dudosas credenciales democráticas, como Libia, China, Rusia, Eritrea, Somalia, Pakistán, Venezuela y Cuba, que siempre están dispuestos a levantar la mano para condenar a Israel, en cualquier tema.
El segundo es la Corte Penal Internacional, que día a día se aleja de los criterios netamente jurídicos para desarrollar su acción y descuida los casos donde efectivamente hay crímenes de guerra, privilegiando sólo aquellos casos que entregan mayor visibilidad mediática.
Y finalmente la UNRWA, la agencia internacional para los refugiados palestinos, la única en su tipo, ya que todos los demás refugiados del mundo son atendidos por la ACNUR. Y así, mientras la ACNUR se ocupa de solucionar el problema de los refugiados, intentando que dejen esa condición y normalicen sus vidas, la UNRWA se ha convertido en una especie de agencia de empleo para activistas palestinos, que solo busca perpetuar la condición de refugiados por generaciones, asignando esta categoría incluso a un descendiente de palestinos que vive acomodadamente en Nueva York, Londres o París.
Afortunadamente, en este escenario gris, el año pasado surgieron destellos de luz, a través de la decisión valiente y estratégica de naciones como Marruecos, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Sudán, que dejaron de creer en las narrativas añejas y decidieron normalizar sus relaciones con Israel.
Esperamos que más países árabes sigan este mismo camino y que las corrientes de pensamiento más democráticas, pluralistas, libertarias y progresistas comiencen a mellar la coraza de fanatismo del liderazgo palestino.
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