Coescrita con Pablo Ortiz, investigador asociado CDC
Estados Unidos elige un nuevo presidente. Es una elección con pronóstico totalmente abierto, y ni los analistas ni los encuestadores se han atrevido a afirmar quién será el próximo inquilino de la Casa Blanca. Como sabemos, la elección en EE.UU. es indirecta, por lo que quien saca más votos no necesariamente logra el triunfo. El sistema electoral norteamericano define al triunfador sobre la base de delegados por estados. Los delegados varían según la proporción de la población de éstos. El candidato/a que logre 270 delegados en el Colegio Electoral podrá acceder a presidencia.
De hecho, Trump no ha ganado en cantidad de votos. En la elección del 2016 logró el 46% de los votos, versus el 48% de Hillary Clinton. Y en la elección de 2020, Trump logró el 47% de los votos y Biden un poco más del 50%. Por ello que, en estos últimos días de campaña, la atención de los comandos se concentró en determinados estados que pueden incidir en el número final de delegados y que se disputan duramente hasta el último minuto.
En lo programático, Trump ha hecho una campaña con un discurso contra la migración. Ha destacado los efectos negativos que ha tenido en materia de empleo y seguridad para los norteamericanos. También hemos visto una mirada conservadora respecto de los derechos de las mujeres. Por su parte, la candidatura de Kamala Harris surgió de improviso. La performance de Joe Biden la dejó en carrera por los Demócratas. Kamala Harris ha puesto la atención en cómo se defiende la democracia de un líder conservador y con modos autoritarios que no cree en ella.
Desde una perspectiva más analítica, la discusión entre Trump y Harris es también sobre cómo se entiende la democracia. Son dos miradas muy distintas. Una es más bien populista y la otra más apegada a la lógica institucional. La democracia de Trump es más bien un gobierno que impone ciertas creencias individuales; en cambio, la democracia para Harris es sobre la base de un gobierno plural.
Sobre los efectos en nuestro país y América Latina, a continuación, ofrecemos tres miradas de académicos que han seguido esta discusión. Al respecto, se puede decir lo siguiente:
El profesor de la Universidad de Harvard Joseph Nye señala que, en general, la política exterior norteamericana no debería experimentar mayores cambios, respecto de la posición sobre China y la seguridad de Israel. Sin embargo, destaca tres grandes diferencias: 1) La primera diferencia advertida por Nye se relaciona con una cuestión de personalidad, en el sentido de que Trump es absolutamente impredecible y hasta ahora poco explícito sobre algunas cosas, mientras que Harris ha fijado una posición clara sobre aquellos asuntos internacionales que son de interés para Estados Unidos; 2) La relación con Europa, dado que -de ser electo Trump- es esperable que EE.UU. limite sus aporte a la OTAN y Ucrania, mientras que Harris ha explicitado que dará continuidad a la política de Biden sobre esta materia; y 3) Si bien sea electo Trump o Harris, no se espera una política activa respecto América Latina, al menos en el caso de Harris se presume algo más de atención respecto a aquellos temas en los que puede existir convergencia de intereses como es el crimen organizado, el narcotráfico y las migraciones masivas (relación pragmática).
Para Isidro Morales, doctor en Relaciones Internacionales del Centro de Estados Unidos-México del Instituto Baker de la Universidad Rice, en el caso de ser electo Trump es probable que endurezca la política de control migratorio respecto de México, y América Latina en general. Lo que, desde la perspectiva de Chile, deberíamos observar con atención dado que las medidas radicales de un eventual gobierno de Trump podrían cambiar la dirección de los flujos migratorios hacia nuestras latitudes. Por el contrario, en el caso de un gobierno de Harris, en el marco de relaciones pragmáticas, es posible converger en una agenda con temas de interés mutuo como es el caso de la lucha contra el crimen organizado, narcotráfico, migraciones y terrorismo.
Para el académico Juan Gabriel Tokatlian, de la Universidad Torcuato di Tella, Argentina, si bien por largo tiempo América Latina ha estado ausente en la política exterior de Estados Unidos, la creciente proximidad de China con la región podría generar una mayor atención por parte de Washington. Al respecto, es sabido que Beijing ve con especial interés los recursos naturales disponibles en la región y, en consecuencia, la considera una zona clave para el desarrollo de sus relaciones exteriores. Hoy China avanza en el plano de las relaciones económicas y comerciales, pero es sabido que también espera avanzar en el plano de las relaciones militares. Tal avance puede aumentar el interés de Estados Unidos por ejercer mayor influencia en la región para limitar o contener el avance chino.
En pocos días más, sabremos el resultado de una de las elecciones más reñidas que se haya conocido en este país. Lo importante es que la señal sea más y mejor democracia.
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