Estados Unidos, ¿la nación indispensable?

Hay consenso en que el proyecto occidental atraviesa una crisis severa. Sin embargo, ésta no se inicia con las medidas disruptivas del presidente Trump en algunos de sus pilares estratégicos, como la presión para que otros miembros de la OTAN incrementen sus contribuciones, las restricciones impuestas al comercio con sus principales socios occidentales y China, o las críticas presidenciales al sistema multilateral vigente.

Tras la caída de la Unión Soviética se consolidó una hegemonía occidental, y Estados Unidos se consagró como la "nación indispensable". Sus objetivos centrales eran promover la democracia liberal como el régimen político de referencia mundial, conducir el proceso de globalización económica, mantener su enorme ventaja en ciencia y tecnología, y consolidar bajo su guía un sistema multilateral.

A inicios de los '90, este optimismo se basaba en dos siglos de expansión del mercado internacional liderado por Occidente. Las democracias de aquel entonces, aunque representaban sólo el 15% de la población mundial, concentraban el 71% del PIB global, impulsadas por tasas de crecimiento superiores a las del resto del mundo. Su liderazgo en ciencia y tecnología generaba cerca del 80% de las patentes mundiales, y quienes disfrutaban de esos altos niveles de bienestar vivían en sociedades con baja desigualdad.

Casi 35 años después, estos objetivos presentan resultados magros Hay un estancamiento visible de la democracia en el mundo, con un retroceso del pluralismo político y las libertades civiles, no sólo en regímenes democráticos recientes, sino también en aquellos más consolidados. Existe un cambio en la tendencia de la economía global, donde Occidente representa ahora el 52% del PIB mundial. Hoy, China por ejemplo, produce más maquinaria industrial que Estados Unidos, Alemania y Japón juntos, debido al desplazamiento de la actividad industrial hacia países en desarrollo en las primeras etapas de la globalización.

Esto ha ocurrido de la mano de nuevas fuerzas que impulsan el desarrollo tecnológico y la innovación, con un aumento notable en la participación de países emergentes en áreas como la ingeniería, la informática y la biotecnología. Estas transformaciones permiten que sus sectores medios transiten de una economía de subsistencia a una de consumo, reforzando identidades nacionales y legitimando regímenes políticos, pocos de los cuales son democracias liberales.

Mientras tanto sectores trabajadores y medios occidentales experimentan un estancamiento relativo, en paralelo, las bases de un sistema multilateral alternativo se están reconfigurando.

La etapa unipolar parece llegar a su fin. ¿Cómo interpretar las primeras medidas del gobierno de Trump? ¿Son un intento deliberado de EE.UU. de terminar la hegemonía en sus propios términos, incluso a costa de sus aliados occidentales (con el lema "América primero")? ¿Son la expresión de una decadencia irreversible o se trata de un repliegue controlado que busca evitar una decadencia mayor, sincerando un nuevo orden multipolar en gestación? Estas preguntas son cruciales en el contexto de la transformación actual.

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