El 24 de septiembre de 2024, el Presidente de Chile, Gabriel Boric, intervino en la 79° Asamblea General de las Naciones Unidas con un discurso lleno de buenas intenciones y principios. Sin embargo, entre las múltiples menciones a conflictos globales, derechos humanos y cambios necesarios en el sistema multilateral, se quedó corto en alzar la voz por Venezuela de manera contundente, lo cual resulta decepcionante, considerando la gravedad de la crisis que vive el país sudamericano.
Si bien Boric mencionó brevemente la situación venezolana, refiriéndose al régimen de Maduro como "una dictadura" que persigue a sus opositores y se roba elecciones, la mención quedó casi perdida entre una lista interminable de conflictos globales. El Presidente se negó a aprovechar el momento para exigir una postura más firme y clara sobre la crisis venezolana, que ha obligado a millones a huir de su patria, incluido un gran número hacia Chile.
Boric se mostró firme al condenar la masacre en Gaza y la invasión rusa en Ucrania, pero cuando llegó el momento de abordar el problema de Venezuela, su crítica fue acompañada de un llamado a levantar las sanciones económicas de Estados Unidos, sin condenar con la misma fuerza las políticas de Maduro que han devastado la vida de millones de venezolanos. Este balance, que en teoría busca ser neutral y objetivo, termina equilibrando el discurso a favor del régimen venezolano.
Es incomprensible que un Mandatario que se dice defensor de los derechos humanos en cualquier circunstancia y sin importar colores políticos, no haya alzado la voz de manera más rotunda en defensa del pueblo venezolano. Frente a una dictadura que ha hundido a su país en la miseria, la tibieza no es opción. Si el Presidente Boric realmente se compromete con los derechos humanos y la democracia, debería haber utilizado este foro global para llamar a una acción más enérgica y coordinada contra el régimen de Maduro, y no simplemente para pedir el levantamiento de sanciones.
El sufrimiento de millones de venezolanos exige mucho más que menciones pasajeras. Boric tuvo la plataforma perfecta para abogar por un proceso de transición democrática que garantice el respeto a los derechos humanos en Venezuela, pero prefirió tomar una postura ambigua y complaciente. Es una pena que, ante una crisis de tal magnitud, no haya utilizado esta oportunidad histórica para marcar una posición firme y decidida a favor de quienes más sufren bajo el régimen venezolano.
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