Neruda, la verdad se impone

Para todas y todos los que en cada lugar del mundo apreciamos la verdad y la justicia como derechos fundamentales del ser humano, las conclusiones del día viernes 20 de esta semana del Panel Internacional de Expertos designados por el tribunal en la causa rol N° 1038 – 2011 abierta para investigar las causas reales de la muerte de nuestro Premio Nobel Pablo Neruda, resultan no sólo certeras, fundadas, sino que además emocionan.

Y es así porque, tras una semana de exposiciones y debates, el informe científico final sobre los temas específicos de carácter genómico y proteómico, concluye categóricamente en la absoluta falsedad del certificado de defunción extendido en esas fechas al demostrar que la tal "caquexcia " de que habría padecido Neruda y que el certificado consignaba como “causa de la muerte”, era absolutamente falsa, nunca existió. Luego el tal certificado es enteramente falso. Así de concluyente.

Señalan además los expertos científicos  que, si bien está fuera de dudas que el poeta padecía de cáncer, se ha demostrado por una parte que su estado no era terminal y además que, precisamente dado su estado, en la clínica Santa María nunca se le proporcionó el tratamiento adecuado, sólo calmantes. Por tanto si hubiera muerto efectivamente de cáncer, es porque lo dejaron morir.

Finalmente señalan las conclusiones del Panel que el hallazgo de otro elemento tóxico, que habrá de ser más investigado, deja a firme y no descarta la posibilidad de que su muerte se debió a la acción de terceras personas. Es decir un dictamen que echa por tierra las hipótesis hasta ahora aceptadas, si bien quedan todavía algunas interrogantes y otro trecho de camino por recorrer.

Los 16 profesionales, extranjeros y chilenos, que por unanimidad, concluyeron del modo dicho, son: Cristian Orrego,  George Sensabaugh, Charles Brenner y John Swartzberg, de la Universidad de California, Berkeley, EEUU ; Hendrik Poinar  y su esposa Debi Poinar,  de la Universidad de Hamilton, Ontario, Canadá, Gloria Ramírez  del ministerio de Salud de Chile, Niels Morling de la Universidad de Copenhagen, Dinamarca, Jean Olivier Cathelineau, del Instituto Montsouris de París, Francia, Aurelio Luna de la Universidad de Murcia, España, Francisco Etxeberría de la Universidad del País Vasco, España, Javier Domínguez de la Universidad Católica de Chile, Cecila Abdala del INTA,  Chile, Andrei Tchernitchin y Leonardo Gaete de la Universidad de Chile.

Todos ellos profesionales de la más alta calificación académica, cuya capacitación teórica y experticia concreta se sitúan en los más altos niveles internacionales y que, desde el punto de vista médico forense están escribiendo una página de notable importancia internacional.

En esta diligencia probatoria estuvimos presentes varios asesores jurídicos cuyo objetivo central era, de ser necesario,  dar la seguridad de que todos los elementos considerados que fueren más allá de lo estrictamente médico constituyeran efectivamente parte del expediente judicial ; es decir que no hubiera elemento alguno ajeno al estricto mérito del proceso.

A estas alturas y no hablando ya del Panel científico, pensamos que bien vale recordar además, como lo comentó también uno de los propios académicos panelistas, cuál era el contexto histórico del tiempo en que ocurrió la muerte del poeta. Y éste no era otro que el de una recién implantada dictadura brutal, un clima de terror e inseguridades.

Tampoco ha de olvidarse que la clínica Santa María fue intervenida militarmente el mismo día 11 de septiembre del 73 y que los médicos que trataron a Neruda eran a la vez médicos del hospital militar.  Y menos olvidar que mientras en la calle los soldados quemaban libros y perseguían las manifestaciones culturales, Neruda era un personaje políticamente ubicado en las antípodas de la dictadura.

Un demócrata, un intelectual antifascista influyente internacionalmente y además un dirigente comunista que registraba a lo largo de su vida persecuciones tanto de gobiernos de derecha en Chile como de maniobras de la CIA norteamericana. Está demostrado, por ejemplo, el papel de esta última entidad en su operativo de 1964 para impedir en esas fechas el otorgamiento del Nobel a nuestro compatriota.

El resultado de estas pericias que sin duda cambian el rumbo de la historia se produce a más de 44 años de la muerte de Neruda y a más de 6 años desde que el 31 de mayo de 2011 ingresáramos a tribunales esta querella presentada por el Partido Comunista de Chile. Fue suscrita por el presidente Guillermo Tellier y por los parlamentarios Lautaro Carmona y Hugo Gutiérrez y la patrocinamos junto a los colegas Pedro Piña, lamentablemente fallecido, y Julia Urquieta.

Finalmente, corresponde destacar el papel de la prensa y de los periodistas en los sucesos que dan forma y vida al “caso Neruda”. Porque todo comienza cuando meses antes de presentarse la acción judicial, la revista mexicana “Proceso” en nota del periodista chileno Francisco Marín publicó declaraciones de don Manuel Araya, quien había sido el último chofer de Neruda.

Hasta entonces lo instalado era que el poeta había muerto  a consecuencias del cáncer que padecía y por la época del suceso, primeros días del golpe, era particularmente difícil contar con elementos, antecedentes o testigos que mostraran hechos diferentes que dieran paso a  una investigación judicial.

Luego de conocer esa publicación iniciamos con el colega Pedro Piña y el apoyo de otros compañeros el estudio de los hechos, incluyendo largas conversaciones con el propio Araya, con el periodista Marín y con el médico tratante del poeta en la región costera y con otras personas creíbles del lugar. También contactamos con el ingeniero don Gonzalo Martínez Corbalá que era el embajador de México que llevaría a Neruda al país azteca el domingo 24 de septiembre y a quien conocí  durante mi exilio en México y con diversas otras personas cercanas al caso.

Sólo una vez que nos convencimos de la seriedad de la denuncia, fue presentada la querella criminal que correspondió tramitar al juez don Mario Carroza. Muy poco tiempo después se sumaron a esta acción judicial los abogados Rodolfo Reyes, sobrino de Neruda y Elizabeth Flores, ambos en representación de los familiares de nuestro Premio Nobel.

Luego, el caso fue patrocinado además por el Programa de Derechos Humanos del ministerio del Interior lo que permitió el concurso de destacados profesionales del Derecho cuyo aporte ha sido sustancial.

La presencia de todos ellos  no hace sino reiterar de una parte la importancia histórica  de Neruda y, por otra, la solvencia y seriedad de la investigación. Son los factores que abrieron la posibilidad del apoyo científico que hoy hace noticia. En paralelo es justo recordar el aporte de personas como el Doctor Cristian Orrego, hijo del gran músico chileno Juan Orrego Salas, o de otros destacados médicos nacionales como la Dra. Gloria Ramírez, Luis Fornazzari o el Dr. Luis Soto, ya fallecido, quienes nos fueron mostrando la posibilidad de que el desarrollo progresivo de la ciencia médica forense pudiera al fin descubrir toda la verdad que buscábamos.

Mención  especial debo hacer de don Eugenio Ortega, también fallecido, que fue el esposo de doña Carmen Frei y quien se acercó para proponerme que juntos revisáramos los expedientes judiciales tanto en el caso de su suegro, el ex Presidente Frei Montalva, como en el caso de Neruda. Si bien con diferencia de años, se trataba de la misma clínica  y de algunos de los mismos médicos y, como todo parece indicar, usando los mismos métodos.

Es más, por esas coincidencias curiosas de la vida durante el tiempo que me desempeñé en  Uruguay conocí incluso a un diplomático dominicano que había estado prisionero en el Estadio Nacional y había compartido celda con Manuel Araya ; él, sin saber que yo era abogado en ese proceso, ni en qué estado se encontraba el juicio, espontáneamente nos informó de lo que Manuel le contó por esos días del 73 sin posibilidad de ser oído.

¿Qué viene ahora? Sin duda ahondar la investigación sobre el nuevo hallazgo de tóxicos tal como ya se hiciera con el estafilococus áureo. Sólo que ahora puede ser más rápido puesto que tenemos otros casos de envenenamientos y, precisamente por esos procesos judiciales, es que sabemos ahora también de la existencia de laboratorios secretos del ejército, confesados por propios uniformados ante tribunales.

Es decir que no se trata sólo del químico Berríos, o de Oyarzún o de Michael Townley o de ese extrañísimo “doctor Price” del que habla uno de los principales sospechosos como es el dr. Sergio Draper.

La investigación continuará, pero el paso adelante que ha dado la verdad histórica en nuestro país con el Informe pericial en el caso Neruda, ha sido inmenso.

Constituye además un aliciente  esperanzador para todos los familiares de las miles y miles de víctimas de la dictadura que desde hace tantos años luchan por verdad y justicia.

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