Este año, el Día Internacional de la Diversidad Biológica o de la Biodiversidad, nos encontró sumidos en una crisis mundial debido a la pandemia de COVID 19 que afecta a la especie humana. El hecho de que una parte importante de la población, principalmente urbana, esté en confinamiento, trabajando desde la casa y sin acceso a tener contacto directo con la naturaleza, de una u otra forma nos hace percibir con mayor claridad la necesidad e importancia que tienen para nuestras vidas los espacios abiertos, la biodiversidad y el paisaje.
También durante este periodo de reclusión, hemos visto con sorpresa, a través de los medios de comunicación, cómo los animales de la fauna periurbana se acercan o ingresan a las ciudades. Esto, ha abierto el cuestionamiento sobre cómo los seres humanos hemos invadido, colonizado y en muchos casos destruido hábitats de vida silvestre.
Pero también este encierro nos ha acercado a los graves problemas que enfrenta nuestra especie, como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad mundial, presentes desde antes del inicio de la pandemia.
Por ello, urge que cambiemos nuestras formas de producción y consumo, así como nuestra relación con la naturaleza, ya que tal como señalan distintos informes científicos (IPCC [1] e IPBES [2]), vamos por muy mal camino y es momento de que nuestras formas de vida tomen un giro radical, pues de no ser así, estaremos condenando a nuestra especie a vivir situaciones aún más dramáticas que las actuales, llevándola incluso a los límites de la extinción.
Aunque parezca un tanto repetitivo decirlo, la naturaleza nos impone límites, somos parte de ella y tenemos que aprender a vivir en equilibrio con ella, por lo que no podemos continuar extrayendo más recursos naturales de los que el planeta es capaz de reponer.
No debemos afectar la vida de otras especies hasta llevarlas a la extinción. Sin embargo, eso es lo que hemos estado haciendo y los reportes científicos desde hace años vienen encendiendo las alarmas. Es posible que estemos en un punto de no retorno, pero esta pandemia nos ofrece la posibilidad de repensar cómo queremos vivir.
Desde el mundo académico, organismos multilaterales, algunos gobiernos, ONGs e, incluso, algunas empresas, comienza a instalarse un diagnóstico compartido, cuya conclusión apunta a que no podemos seguir depredando el planeta, emitiendo la misma cantidad de gases de efecto invernaderos (GEI).
Algunos piensan que esta pandemia representa una oportunidad para instalar nuevas formas de producción y consumo que guarden un respeto hacia la naturaleza. El problema es cómo se materializa esto, ya que, por otro lado, existen personas que ocupan lugares de poder que quieren seguir haciendo las cosas como antes y poco les importa lo que le suceda a la naturaleza o a las poblaciones humanas más vulnerables.
Evidentemente Chile, territorio donde prima un exacerbado modelo neoliberal, cuyo empresariado se ha dedicado por décadas a la extracción de recursos naturales para la exportación, no estará exento de esta discusión.
El problema es que vivimos en un país con un Etado subsidiario donde no ha existido voluntad política para salir del modelo primario exportador y donde, ante cada decisión, los gobernantes primero deben pedir permiso a las grandes empresas.
Lamentablemente las señales que se perciben no son muy alentadoras respecto a un cambio en los patrones de producción y consumo.
Por una parte, tenemos un gobierno débil, cuyas acciones contradicen una y otra vez su discurso, y por otro lado, a grandes empresarios que se han preocupado de entregar “donaciones” al ejecutivo y también de forma directa en los territorios donde intervienen, intentando así instalar en el imaginario nacional su solidaridad con la situación que afecta al país, cuando en realidad lo que están buscando es obtener legitimidad social para continuar con sus actividades una vez superada la pandemia.
En este ejercicio de pensar cómo hacemos un cambio, no podemos obviar las distintas problemáticas que afectan a las personas y ecosistemas a lo largo del país: zonas de sacrificio, contaminación por leña, escasez de agua, destrucción del bosque esclerófilo, incendios forestales, contaminación salmonera, sobre pesca, por nombrar solo algunos.
Desde Fundación Terram consideramos que, a pesar de lo difícil de este momento, tenemos una oportunidad de hacer un giro en nuestro país y debemos aprovecharla.
Debemos enfocarnos en conocer y respetar nuestra valiosa biodiversidad y desde allí generar políticas públicas que promuevan su restauración, ya que solo un cambio hacia un modelo de desarrollo menos destructivo de la naturaleza nos permitirá prevenir daños como los que está ocasionando esta pandemia.
Fuentes.
[1] Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) https://www.ipcc.ch/languages-2/spanish/
[2] Plataforma Intergubernamental Científico - Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) https://ipbes.net/
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