Nuestro planeta posee en la actualidad alrededor de 7.600 millones de habitantes, con una población que sigue creciendo de manera exponencial día a día. Esta sobrepoblación está dejando un legado negativo que difícilmente se podrá revertir, si se considera la pérdida de la biodiversidad por la degradación acelerada de los ecosistemas terrestres y acuáticos, producto de la expansión humana.
Al año se producen alrededor de 2.1 billones de toneladas de basura, en donde el plástico pasó de ser uno de los productos sintéticos de gran utilidad para la humanidad, a uno de los más contaminantes, contribuyendo en un alto porcentaje con la basura acumulada sobre la superficie terrestre, los cursos de agua y el océano, con el agravante de que su tasa de descomposición es bastante lenta (una botella de plástico pueda tardar, como mínimo, 500 años en descomponerse, o aún más tiempo en las zonas polares).
Otro de los factores que hace más complejo este fenómeno de acumulación de basura no degradable es su carácter global, afectando la flora y fauna que ni siquiera está en contacto con los seres humanos de manera directa, pero sí con sus desechos.
Bien lo hemos podido apreciar en los cadáveres de aves, mamíferos o reptiles que habitan islas del Océano Pacífico, bastante alejadas de cualquier civilización, y que han muerto por transportar en sus sistemas digestivos tapas o restos de plástico imposibles de digerir, o se han asfixiado por bolsas de plástico, redes de pesca o, incluso, neumáticos.
Por otra parte, la Organización Mundial de la Salud ha dado la alerta por el plástico más pequeño o microplástico, que se dispersa en los océanos. Esto es detectado en peces y mariscos, causándoles obstrucción gastro intestinal, cambio en los patrones de alimentación y de reproducción. Y, los mismos, son consumidos por el ser humano, sin conocerse aún con certeza el efecto que puedan causar en su salud.
Es por esto que se hace un llamado a nivel mundial para implementar estrategias regionales y locales que disminuyan la producción y acumulación de basura no degradable, y en especial el plástico, con medidas extremas como las de Francia, que ha prohibido el uso de vajillas de plástico, o India, que ha prohibido el uso de todo tipo de plásticos en su capital.
Por esto, también es meritorio lo que se viene haciendo, desde hace muchos años, en algunos países europeos en pos del reciclaje y la no utilización de bolsas de plástico en ningún tipo de comercio de alimentos, a no ser que se desee pagar por ellas.
En Latinoamérica, desde el 2010, se han dado iniciativas en este sentido, partiendo por México, que prohibió el uso de bolsas de plástico desde ese año en el comercio, seguido por Argentina, Brasil, Uruguay y Ecuador en el 2011, países que hicieron la misma prohibición para sus ciudades costeras. Colombia, en tanto, restringió el uso de las bolsas más pequeñas y exige resistencia en las más grandes para que sean reutilizadas, con la intención de que sean cambiadas por bolsas de tela.
Por su parte, en Chile se prohibieron las bolsas de plástico en todas las ciudades costeras desde el año pasado, con una probable modificación en la ley este año, en donde se prohibirá su uso en todo tipo de comercio en el país.
Estas medidas de prohibición son drásticas, pero necesarias si no se quiere causar más desequilibrio en el planeta. Sin embargo, pueden ser complicadas de ejecutar si no son acompañadas de campañas de educación, en donde se promueva el reciclaje y el uso sustentable de los recursos, con acciones concretas de separación de desechos orgánicos y no orgánicos, con la activa participación de las municipalidades, quienes deberían facilitar masivamente el acopio y separación de los desechos para ser reutilizados o destruidos en lugares adecuados.
Algo que también debería ser exigido a las empresas recolectoras de basura, quienes terminan acopiando, sin discriminación, todo lo que ha sido separado previamente por la población que desea reciclar, sin mencionar la ventaja de crear nuevos puestos de trabajo, con personas que podrías dedicarse al acopio y reciclaje.
Que el Día Mundial del Reciclaje sea el día en que cada uno de nosotros tome conciencia real sobre nuestra responsabilidad con el planeta y con todos los seres vivos que lo habitan. Pequeñas medidas, como el uso de bolsas de tela, recipientes y vajillas de vidrio y la reutilización de la mayor cantidad de materiales de uso cotidiano, generarán un gran cambio a corto y largo plazo para beneficio de todos.
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