La real amenaza salmonera

Estefanía González
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En el marco del centenario de las relaciones diplomáticas entre Chile y Noruega, el rey Harald V de Noruega está visitando el país y este fin de semana estará recorriendo la Región de Magallanes.

La visita está llena de simbolismos para la Patagonia chilena, ya que se trata del Jefe de Estado de la nación que ha servido de guía para el desarrollo de la salmonicultura en nuestros país.

La visita, sin embargo, ha tenido un libreto muy parecido al que desarrolló hace unos meses en su visita a Argentina, cuando se firmaron acuerdos para iniciar los trabajos de exploración para la instalación de salmoneras en la zona trasandina del Beagle.

La iniciativa, por cierto, y basados en la experiencia que ha existido en Chile, ha sido ampliamente rechazada al otro lado de la cordillera y existe una campaña en este sentido que es liderada por algunos de los chefs más afamados del país trasandino.

En Chile, es claro que existe un interés estratégico por parte de Noruega en Magallanes, ya que es en las aguas de esta región, específicamente en la zona de Puerto Williams, en donde los capitales salmonicultores nórdicos quieren expandirse.

¿Por qué? Muy simple, porque acá están las aguas más limpias y deseadas del planeta, las mismas que son la puerta de entrada a la Antártida y que garantizarían el surgimiento de un salmón patagónico, supuestamente premium y que poco se parecería a ese producto que hoy se obtiene en aguas del norte de Chile, las mismas que han presentado una degradación constante y creciente con el correr de los años.

Durante la semana, en el discurso que en conjunto dieron el presidente Piñera y el rey de Noruega en La Moneda se puso especial énfasis en la necesidad de protección de los océanos. La pregunta es ¿acaso alguien se atrevería a decir que la industria salmonera ha sido un aporte medioambiental en la protección y cuidado de nuestros mares?

¿Nova Austral, compañía de capitales noruegos interesada en expandirse en Magallanes, acaso podría afirmarlo?

Toda esta situación, además, está agravada por el hecho de que la industria pretende ubicarse en una Reserva Mundial de la Biósfera.

¿A alguien, por ejemplo, se le ocurriría defender una explotación petrolera en una Reserva Mundial de la Biósfera lanzando como justificación una necesidad de desarrollo y crecimiento económico? Sería una locura.

Magallanes enfrenta un momento crítico y definitivo en la preservación de su patrimonio medioambiental. El desarrollo tiene muchas caras y opciones, como favorecer actividades sustentables basadas en la belleza irrepetible de la zona y de manera especial el turismo, por lo que priorizar que la salmonicultura se extienda por las aguas de la Patagonia sería sinónimo de un daño irreparable que hoy es lamentado en distintas zonas costeras del país debido a una industria que prometió preocupación medioambiental, pero que no cumplió.

Bienvenidos reyes, pero no sus salmones.

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