Su nombre nativo es Rapa Nui; en el continente la llamamos Isla de Pascua. Su fama mundial dice que sus sitios arqueológicos -creados por sus habitantes a fines del siglo XIII y parte del XVI- son únicos en el mundo; aunque sus habitantes aclaran que catalogarla como un verdadero museo al aire libre grafica mejor a esta majestuosa e incluso mágica isla polinésica.
Dueña de enormes figuras humanas -en honor a sus ancestros- las cuales se erigen apoyadas en ahus o plataformas, convierten a Rapa Nui en la postal de los Moais; la misma imagen que hoy clama con fuerza la necesidad de hacer cambios sustanciales ante los efectos del calentamiento global. Desde este lugar, los rapanuis son espectadores de un desastre medioambiental del que no son responsables.
Ante el inevitable aumento del nivel del mar son conscientes del gran problema que significa para la isla y el mundo entero, siendo testigos de un futuro indeseado: La lamentable posibilidad de que la isla desaparezca.
De sus playas idílicas se retira basura que no se genera precisamente en la isla, de la cual más del 75 por ciento corresponde a plástico, el que llega desde todo el mundo a través del giro subtropical del Pacífico Sur. De hecho, en el segmento de micro plásticos Rapa Nui lidera el ranking de abundancia a nivel país con 800 ítems por metro cuadrado; su producción anual de residuos la sitúa en una permanente crisis ambiental al bordear las casi 5.000 toneladas.
Son cifras que entrega el municipio y que son la base para plantear la necesidad urgente de implementar medidas de mitigación, ante lo que parece inevitable.
A este difícil escenario de contaminación se debe agregar la embestida que genera, sin vuelta atrás y en la isla más remota del mundo, el llamado cambio climático. Y es precisamente desde donde se manda la señal de alerta al mundo sobre la urgencia de tomar conciencia ante lo que como planeta estamos viviendo.
En el marco de la Primera Cumbre de Gobiernos Locales por el Cambio Climático Rapa Nui 2018, realizada en Hanga Roa a fines de octubre, quedaron de manifiesto voluntades políticas y sociales para avanzar en la materia, sin embargo, el municipio ya comenzó a implementar un programa que de aquí a 20 años pueda resguardar a este testimonio cultural de la humanidad.
¿Cómo? a través de la educación -desde la primera infancia en adelante- y así contar con ciudadanos más conscientes de su entorno, capaces de incorporar el desarrollo sustentable como premisa de vida y que puedan idear, diseñar e implementar proyectos innovadores al servicio del ecosistema y que también ayuden al crecimiento económico.
Para muchos esto que se plantea es de perogrullo, pero sinceramente, si lo fuese o estuviéramos tan atentos ante este fenómeno planetario, no estaríamos hoy hablando sobre la lucha de un pueblo que, por un lado, da ejemplo de respeto sobre su historia y patrimonio, y al mismo tiempo batalla y se reinventa para no desaparecer.
Entre algunas de las acciones concretas que se han liderado en la isla destacan la Red de Educación Ambiental, que logró convocar a decenas de instituciones, organizaciones y agrupaciones, las que por medio de un convenio elaboran un plan de educación medioambiental comunal para los niños; una planta de acopio y reciclaje; la implementación de 7 puntos limpios de reciclaje comunitario y domiciliario, al que se suma el Programa de Compostaje Domiciliario, y proyectos como Ecokuhane, basado en el tratamiento integral de residuos, el cual contempla salas de educación ambiental, turismo sustentable, basándose en una economía circular, o emprendimientos verdes, entre otras acciones.
Se hace imprescindible entonces, para quienes hemos tenido la posibilidad de conocer Rapa Nui, y que además contamos con los espacios para comunicar, que la lucha que lleva por años esta remota isla se conozca, así como tantas otras iniciativas que nacieron a propósito del cambio climático o calentamiento global.
Éstas deben seguir siendo parte del debate, la conversación diaria, de la información que entreguemos en nuestras plataformas globales de comunicación, y aportemos de manera concreta a que estas advertencias, alertas y llamados de ayuda no terminen siendo lágrimas en la lluvia de un planeta que no resiste más.
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