En los noventa, la conferencia de prensa era el formato rey. Si buscas en youtube encontrarás que el programa de comedia Medio Mundo lo describe de forma hilarante en un breve gag llamado justamente “Conferencia de Prensa”. El tema es seguridad ciudadana y al minuto tres segundos la Constitución sale al tapete, magistral.[1]
En esa época incomprensible sin Internet, la producción del discurso político se perfilaba en esas convocatorias, confinado a espacios de elite, aislado, hoy encuentra insumo en la cuña tuitera y se difunde en las redes sociales. Algunos dirán que se ha democratizado, sino aquello, a lo menos se ha masificado. Afortunadamente el fenómeno alcanzó a la Constitución, tuvo hasta memes. La distancia social impuesta entre ella y la ciudadanía se levantó el 18 de octubre, salió definitivamente de cuarentena.
Hubo una dosis de educación cívica en la revuelta. Ello ha impulsado a la ciudadanía a la búsqueda de un nuevo pacto social, ahí hay una posición cultural ganada.
No será posible retrotraer ese discurso a los grandes salones. No por nada “el discurso es también el objeto del deseo”, sugiere Foucault, de esta forma “el discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse”.
Sin embargo, en el panorama mundial del cual Chile no está ajeno, el avance de los autoritarismos pandémicos está que arde.
Si le creemos a Agamben se utilizarán los Estados de Excepción constitucional, que permiten - dadas algunas circunstancias- restringir libertades y derechos, no como una medida extraordinaria sino como una “técnica de gobierno” cuyo “ejercicio sistemático y regular conduce necesariamente a la liquidación de la democracia”. En este sentido el proceso constituyente es de vida o muerte.
Es posible concluir por tanto, que la pandemia será pretexto para sofocar la voluntad de poder constituyente, el Presidente de la República y su ministro del Interior ya han deslizado la idea de postergar el Plebiscito. La cuestión es que no se puede, es urgente reformular el sistema político tanto como encontrar la cura al Covid.
La corrupción en lo público y privado, la mercantilización de la vida, la contaminación medioambiental, la migración y la incapacidad de los Estados de distribuir la riqueza generada por trabajadores precarizados en todo el mundo, tienen con respirador mecánico y olor a gladiolo a las democracias representativas tal y como las conocemos.
Somos ese sujeto transicional en la coyuntura precisa para dejar morir algo, para que lo nuevo surja, el aprieto es no abandonar el impulso transformador.
Se utilizará el Coronavirus para restablecer el aislamiento de lo constitucional, aprovechemos la cuarentena para mantener el debate, hablar por ejemplo del añejo artículo 19 N°4 CPR respeto y protección a la vida privada pensado para la correspondencia con estampilla, en cambio lo que sucede es que la privacidad está mas en cuestión que nunca, como cautelaremos nuestra esfera individual ante transgresiones digitales en teléfonos y dispositivos.
Big data, inteligencia artificial, la nueva Constitución debe ser flexible para adaptarse a esos conceptos o directamente enunciar derechos digitales, que impidan por ejemplo, que entre los proveedores de Internet o las marcas de celulares exista intercambio de información con el aparato estatal.
Entonces, como el discurso no es solo la herramienta sino la victoria misma, mientras carreteamos con los amigos por zoom y nos reímos del material de Andrés Rillón y compañía, insistamos en ese poder transformador recién reconocido, para imaginar por los próximos cincuenta años aquello que consideramos común.
[1] https://www.youtube.com/watch?v=b2yE_ThxMZw
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