¿A quién conviene que Michelle Bachelet sea candidata presidencial?

El PS declara que es su candidata “natural”. Amplios sectores de la cúpula PDC miran con simpatía su postulación…siempre y cuando…por cierto. En el PPD otro tanto. El PR quiere competir con uno de los suyos pero –probablemente- pudiese terminar rendido ante la evidencia…

La mayoría de estos partidos señala que “no es el momento” de definir candidatos hoy… pero que cada cual pretende levantar candidatos “para marcar identidad”.

Unos y otros exponen sus dudas acerca de la seriedad sustantiva de la candidatura presidencial de un ex Ministro de la Presidenta que llevó las riendas de la Hacienda pública con delicado conservadurismo.

Lo claro es que la abrumadora simpatía que Michelle mantiene en la opinión pública desalienta, por ahora y por un lado, a las “promesas emergentes” de la Concertación, que nunca fueron promesas de verdad y tampoco emergentes, e incluso se hace sentir con intensa preocupación en las filas de la Alianza la constatación de una eventual derrota.

Casi todos, unos con más entusiasmo y otros no tanto, apuntan a señalar que Bachelet es “invencible” y que, “seguramente” es “la más probable” futura Presidenta de Chile.

Hasta aquí algunos datos. Veamos ahora la realidad. Si la elección presidencial fuera en diciembre próximo la Alianza retendría probablemente La Moneda. La Concertación no tiene hoy (y no tendrá mañana) liderazgos sólidos ni programa para competir.

Y si Michelle fuese candidata ahora y en este contexto, corre enormes riesgos de convertirse en otro ex presidente derrotado.

Tampoco está claro el devenir. Si la Concertación permanece estancada en los cuatro partidos que la sostienen a duras penas, esta coalición no es capaz de asegurar por sí sola a la ex presidenta una victoria presidencial. Esto ya está firmado y Michelle inteligentemente se da cuenta de ello.

Se requiere un frente amplio de oposición que haya salvado con éxito el desafío municipal y que se cumplan los compromisos de los partidos políticos en cuanto a promover una nueva generación de dirigentes al Parlamento (y esto no es un problema biológico o de edades sino nuevos rostros efectivos), especialmente a partir de primarias ciudadanas en donde concluya, finalmente, el perverso principio de “el que tiene mantiene”…

Supongamos que en el 2012 la valla municipal se libra bien y que la oposición recupera municipios emblemáticos (Concepción, Santiago, La Florida, entre otros) y que en porcentaje de Alcaldes y Concejales, supera (aunque sea levemente) a la Alianza). Esto sería un primer gran paso en el contexto de un frente amplio opositor.

Segundo: supongamos que los partidos someten al escrutinio de primarias públicas y vinculantes su lista de candidatos al Parlamento y emergen nuevas figuras…de verdad.

Tercero: apostemos a que la oposición logra establecer un programa de país, consensuado con el movimiento social. Llamemos a esto un “Nuevo Pacto Social”. Todo esto sería una señal poderosa para que la ex presidenta pueda tomar una decisión sólida para re-postularse a La Moneda.

Quedaría sólo un detalle. No menor, dirían algunas personas. Y tiene que ver con el equipo que la acompañe.

Porque no es lo mismo, tener a favor un gran resultado municipal, listas renovadas de candidatos al Parlamento, un programa de cambios (ahora sí, reales y estructurales) y un Nuevo Pacto Social con los chilenos y resulta que quienes la acompañen en el cometido electoral-presidencial sean, más o menos, los mismos personajes de siempre, es decir, los que lideran la hegemonía actual de la clase política dominante.

¿Qué garantía podría desprenderse de un nuevo consenso político entre liberales y conservadores en la Concertación?

¿Aceptarán otras fuerzas políticas algo menos que un programa de reformas sin atacar los centros de gravedad del sistema político y del modelo económico?

¿Están dispuestos los movimientos sociales a asumir resignadamente que la elección presidencial puede ser acomodada o ajustada a un nuevo juego de intereses contrapuestos en la centro-izquierda?

Esto es un dilema, porque hasta ahora quienes se atribuyen la interlocución “privilegiada” con la ex Presidenta no representan, precisamente, la parte sana del proceso sociopolítico que nos llevó a la derrota del 16 de enero del 2010.

Seamos claros en esto para no llamarnos a engaño. Aquí el problema no es la ex Presidenta, a quien respetamos y queremos de nuevo en La Moneda.

El problema son los que la rodean, la encapsulan, hablan en su nombre, los que la “interpretan”. Los que se reúnen en privado en su nombre y que están “administrando” su marca.

Y esas personas son más o menos las mismas que nos llevaron por una senda turbulenta de tensiones entre reformismo y cambio, entre ciudadanía real y demandante y gobierno de administración, entre la necesidad del impulso de avanzar hacia definiciones más sustantivas de Estado y la razón de Estado para frenar esos impulsos.

Son los “sacristanes del bacheletismo” y hace muy bien la ex Presidenta en señalar desde Nueva York que ella hablará y tomará sus decisiones en el momento que corresponda y todos esperamos que lo haga con total libertad y autonomía, pensando en Chile, mirando al movimiento social que hoy está en las calles y no está dispuesto a nuevas concesiones.

En mi concepto no debiera ser hoy la ex Presidenta quien deba dar señales en medio del complejo proceso social y político existente.

Son las fuerzas políticas las que deben demostrar que son capaces de ordenarse en torno a una mesa común de Oposición, sin pretender marcar hegemonías o ejes estructurantes y con ello dar garantías de un frente unido, sin exclusiones.

El camino por delante es pedregoso, pero hay posibilidades para avanzar en esta idea.

Candidatos únicos a Alcaldes en cada comuna es un primer paso. Primarias vinculantes para resolver donde sea necesario quién es el mejor o la mejor postulante es otra señal poderosa y en materia de Concejales que se abran 100 flores y se dé paso a la diversidad.

En paralelo un Programa de cambios. Y con vista a la parlamentaria: elección de nuevas figuras mediante primarias ciudadanas.

El país tiene que sentir que brindar de nuevo su confianza a una promesa de cambios pasa por un proceso unitario de verdad. En ese sentido, los beneficiados con una re-postulación de Michelle Bachelet a la Presidencia serán todos los chilenos y no unos pocos políticos que, al alero de una promesa o perspectiva electoral favorable están dispuestos a que todo cambie…para que nada cambie.

Queremos ganar la elección presidencial del 2013. Pero ahora no es a cualquier precio.

Sino al precio único (y no se trata de una ganga para unos pocos) de una posibilidad real de cambios estructurales de nuestro sistema político y de nuestra economía. Por eso, la virtud de una reelección presidencial pasa también por quienes acompañen de verdad este proceso de cambios.

Y eso implica para Michelle hacerse acompañar por liderazgos no tradicionales. Esto es lo más difícil para quien quiera emprender un nuevo ciclo histórico. Pero se puede.

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