Al votar el 17, no olvide los 17 de Pinochet, memoria histórica le dicen

El tema de la memoria histórica de la nación chilena ha salido, una vez más, a la escena política en medio de la brega electoral por la Presidencia de la Republica que concluye este domingo.

En efecto, de manera visceral, sin mayores argumentos de fondo, J.A.Kast e Iván Moreira buscan votos de lo que denominan la familia militar, entendiendo por tal a grupos castrenses en retiro que fueron parte de la dictadura, así como a elementos fanatizados de ultraderecha.

En su estilo, la convocatoria ha sido rudimentaria, en torno a los condenados por violaciones a los Derechos Humanos recluidos en Puntapeuco. De esa forma, regresan a las peores justificaciones del atropello masivo y sistemático a la dignidad y a los derechos del ser humano, envuelta esa aberración en un burdo anticomunismo.

Los "estrategas" anónimos que les invitan son impulsores del regreso al odio y el miedo que marcó y atrapó a la sociedad chilena durante mucho tiempo. Esta trama urdida en oficinas desconocidas puede parecer una copia risible del pasado, pero su meta es reavivar un clima de confrontación y de nuevo quebrar el país entre "buenos y malos". La ultraderecha requiere "un enemigo".

No hay que caer en la trampa. La ira ante las injusticias no debe anular los valores democráticos de la izquierda, y tampoco reducir o estrechar el sentido republicano de su propuesta de gobierno, con vistas a afianzar la estabilidad democrática y luego avanzar hacia un robusto Estado social y democrático de derecho.

De esta forma, una memoria histórica veraz tiene como su desafío medular el respeto y reivindicación de las víctimas en forma plena, como seres humanos con pleno discernimiento que, privados por la dictadura de sus derechos fundamentales, recurrieron al legítimo derecho de organizarse a fin de luchar y resistir al régimen.

No fueron delincuentes ni "ratas", como les ofendió un diario de la época que aún circula en Santiago, tampoco terroristas desquiciados o bandoleros, cuya sola pretensión era el derramamiento de sangre, según les descalificaba a diario el régimen dictatorial con el propósito de una represión brutal.

Eran militantes de los Partidos de la izquierda chilena y de las fuerzas democráticas de centroizquierda, unidos por el humanismo laico racionalista, cristiano y socialista, en el afán de lograr el reagrupamiento de sus organizaciones políticas y sociales para ser parte de una lucha histórica por la democracia y la libertad.

Tenían una visión ideológica y una legítima responsabilidad con el destino de Chile que les hizo luchar por la libertad y la democracia, aún cuando ello parecía imposible.

En esa encrucijada histórica, había que tener un coraje sin igual y esos militantes en situación tan adversa lo tuvieron, se forjaron como lo mejor de las fuerzas morales e intelectuales del país, saliendo al paso de la violencia irracional del régimen. Por Chile estuvieron dispuestos al mayor de los sacrificios.

Entonces, hay que enaltecer su memoria, evitando confundir su brega tan difícil como heroica, con un reclamo lleno de resentimiento, desconociendo incluso los avances que en verdad, justicia y reparación ha concretado la democracia chilena. Su legado de militantes, de hombres y mujeres que legítimamente resistieron a la dictadura, sobrevivirá orgulloso en el tiempo.

En definitiva, cada víctima se hace presente en la libertad que hoy tiene el país para elegir a sus gobernantes, ese será su legado imborrable: el ejercicio de la soberanía popular que se recreará cada vez que chilenos y chilenas ejerzan la capacidad de decidir que a todos y todas corresponde, como lo forjaron los fundadores de Chile al proclamar la República hace 200 años.

Ellos nunca serán olvidados y estarán en las conciencias de hombres y mujeres, este domingo 17, son los forjadores del presente democrático y estimulan la brega hacia un mejor porvenir. Por un Chile más justo.

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