Carta abierta al Gobierno de Chile

Como académico mapuche, mestizo al fin de cuentas, tengo el deber moral de manifestar mi preocupación por el estado actual del conflicto entre el Estado chileno y el pueblo mapuche. La academia chilena ha estudiado durante largos años a los mapuche y el silencio hoy se presenta como oprobioso. Ante esto, manifiesto mi preocupación por el deterioro cada vez mayor de las garantías que todo tiene en el marco de una justicia verdaderamente justa.

Los niveles de persecución del cual viene siendo objeto el pueblo mapuche, considerando la consecuente violación de derechos básicos como el debido proceso y trato justo, junto al maltrato a niños y mujeres de comunidades por parte de la policía, me imponen la necesidad moral de pedir a las autoridades chilenas el inicio de una mesa de trabajo desde donde se pueda abordar políticamente un problema que ensombrece a todo Chile y que pareciera no tener un fin próximo sino una larga lucha carente de sentido y valor estratégico.

Las visiones de un Estado decimonónico de la clase política chilena aplastan toda posibilidad de hallar lugares de encuentro para pueblos evidentemente distintos. Aseguran, en cambio, la perpetuación de un conflicto que lastima a toda la comunidad nacional. A toda.

La protección de un modelo extractivista que no permite, ni permitirá, el desarrollo de Chile, pareciera una de las causas más evidentes de esta verdadera escalada de prepotencia estatal. Chile gasta miles de millones de pesos en protección militar en el sur, ¿para qué, para quiénes? Pues para el desarrollo de las comunidades afectadas por el extractivismo forestal no es.

Tal como en un sin número de oportunidades se ha hecho, se hace fundamental establecer un diálogo con los comuneros en huelga de hambre, detenidos y procesados bajo la oscura Ley Antiterrotista.

Tal como he señalado en variadas oportunidades, esta ley no hace más que establecer un proceso fuera de todo estandar de calidad, dignidad y debido proceso.

Juicios interminables, con pruebas frágiles, que han derivado, en muchos casos, en condenas absolutorias, pero con abultadas prisiones preventivas y opacos testigos.

Llamo a la Presidente Michelle Bachelet a honrar su palabra y trabajar por un Chile inclusivo, plural, que reconoce al otro en su diferencia. Sin genuflexión ante la violencia estatal o política, venga de donde venga.

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