¿Daba lo mismo?

Quienes argumentaron, con una pasión y convicción a toda prueba, que daba lo mismo votar por Alejandro Guillier o Sebastián Piñera, ¿estarán pensando hoy que su profecía se hunde más rápido que el Titanic? 

Lo ocurrido con el “retiro” de un proyecto de ley que establecía el pago de un bono de tres millones de pesos por única vez a un universo de algo más de 30 mil personas víctimas de prisión política, es una nueva demostración de una tendencia que se viene marcando en el gobierno.

Este acto, que ha servido para sacar a los pinochetistas del closet, no sólo constituye la denegación de un apoyo económico necesario para miles de personas, sino que además representa un cuestionamiento moral y ético hacia la justificación de este pago.

Representa en ese sentido, un retroceso en el reconocimiento que como sociedad hacemos a las víctimas de la represión y se avanza continuamente en la idea de consagrar la impunidad para los violadores de los derechos humanos como valor predominante. ¿Habría pasado esto con Alejandro Guillier como Presidente?

Por otra parte, el Protocolo elaborado por el ministerio de Salud sobre la aplicación de la ley que despenaliza en tres causales el aborto, constituye una grave limitación para la aplicación de la misma.

Es un acto administrativo que desdibuja el espíritu de la ley, lo obstaculiza y claramente se dirige en una dirección distinta. El Ejecutivo de hoy no continúa con una política pública sino más bien, quiere sustituirla. ¿Habría hecho el mismo Protocolo el ministerio de Salud de un gobierno de Alejandro Guillier?

El Plan Araucanía propuesto por el gobierno estigmatiza a los mapuches y criminaliza a nuevos extremos un pueblo indígena que es originario de Chile. Este mismo plan tiene en su corazón la modificación de la ley anti terrorista. ¿Cómo puede avanzarse en este plan si tiene como nudo central la modificación de la ley antiterrorista?

La política indígena de Sebastián Piñera no es para los indígenas sino mas bien encubre su defensa de los gremios de camioneros y los empresarios forestales, es decir, no favorecerá a los mapuches claramente, no promoverá el reconocimiento de los pueblos indígenas y tampoco dignificará la identidad y patrimonio cultural de todos los que habitamos el país. ¿Habría hecho este tipo de Plan el senador Alejandro Guillier si hubiese sido Presidente siendo que es ferviente opositor a la estigmatización del pueblo mapuche?

La promoción de acuerdos nacionales fuera del Congreso, que buscan by pasear el poder legislativo y que están destinados solo a constituirse en pirotecnia televisiva para consumo de masas, constituyen un retroceso en nuestra vida republicana toda vez que rememoran los acuerdos nacionales de épocas en que no había Congreso y el auto designado Presidente citaba a dedo a quienes estimase digno de recibirlos en La Moneda. ¿Alejandro Guillier habría promovido tales cambios retrógrados de haber sido Presidente?

La verdad es que en política, pocos asumen responsabilidades y lamentablemente, ésta será una de esas ocasiones en que la regla general se impone.

Un planteamiento crítico como la existencia del duopolio, que tenía sentido cuando ambas coaliciones representaban dos caras de la implementación del modelo neoliberal - como expresión máxima y verdadera de la política de los consensos - no tiene hoy consistencia teórica y práctica. De ser la constatación de una realidad, se convirtió en un slogan que se reparte con escasa evidencia empírica.

En suma, el proyecto de la Nueva Mayoría, y en concreto el proyecto que encabezaba Alejandro Guillier, no era igual al de Sebastián Piñera. 

Al final, entonces, el planteamiento del duopolio y que daba lo mismo por quien votar, no fue cierto. No daba lo mismo y algunos de quienes se encargaron de esparcirlo para no acercarse a la Nueva Mayoría, fueron de los primeros en prestarse para ser el balón de oxigeno de Chile Vamos.

Es de esperar que en algún momento, haya una autocrítica porque cada día que pasa, estamos peor.

Hay retrocesos en la conciencia de los chilenos, hay mayor polarización política y un clima enrarecido, crecen los discursos de odio, aumentan las discriminaciones, se incrementan las actitudes de exclusión y el gobierno tensiona cada vez más la legalidad.

Es la democracia y la convivencia las que están perdiendo y es hora de hacerse cargo.

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