Educación: entre la función social y el negocio encubierto

Tengo grabada en la mente la imagen de Ariel, un estudiante universitario de 19 años, que cursa 2do. Año en la Universidad de Chile, que porta un cartel con sus “compromisos” financieros.

Los datos duros que se leen de la deuda acumulada:

1. Estado: $1.949.684

2. Al banco: $1.364.361

3. A la universidad: $2.154.506

Total: $5.468.551

Al final de la carrera, deberá 20 millones de pesos.

Y eso que recién va en segundo de Ingeniería, ya tiene una deuda millonaria. Una espada de Damocles. Ah…y forma parte de un segmento de las carreras más rentables.

Muchas veces escuchamos que en al educación superior hay casi un millón de jóvenes entre estatales-públicos, privados, universitarios, más aquellos que estudian en Centros de Formación Técnica e Institutos Profesionales.

Este hecho se pone en contraste con lo que ocurría antiguamente donde la enseñanza universitaria era gratuita, pero con un profundo sentido elitista, donde muy pocos calificaban para la educación superior.

Lo de ahora, lo ven como un gran avance.

Pero el problema de fondo está marcado por el contraste de las necesidades del país que nadie se atreve a tocar. En Chile hay 7 profesionales por 1 técnico y en los países desarrollados es al revés: 5 técnicos por 1 profesional.

Estamos despilfarrando recursos que salen del bolsillo de todos los ciudadanos y donde más duele. Entre los que tienen menos. El 80% del gasto proviene de las familias y el aporte estatal es sólo del 20%. Más aún. La mitad de los jóvenes desertan a medio camino de la educación superior y más encima quedan endeudados con el sistema financiero y las universidades-empresas.

De la calidad de la enseñanza superior privada, hay mucho paño que cortar. De la participación de los estudiantes en los planteles del tercer nivel de la enseñanza ni hablar.

Hay prohibición de formar centros de alumnos y no existen instancias donde puedan ser escuchados sus planteamientos y problemas.

Eso que las universidades no deben tener fines de lucro, es pura ilusión. El mismísimo ministro Lavín reconoció que recuperó las platas que invirtió en la Universidad del Desarrollo. Además justificó en Tolerancia Cero, la martingala de los negocios inmobiliarios cruzados, que permite la legalidad vigente.

La apuesta de los muchachos de enseñanza media es recuperar la educación pública, tarjeta escolar todo el año, reconstrucción más rápida y reforzamiento de lo técnico profesional.

Los universitarios, plantean una revisión completa de la institucionalidad de educación superior. Democratización y cambios estructurales en el financiamiento.

La apuesta del gobierno: Judicializar y criminalizar el movimiento en función de los daños, destrozos y violencia. Además que la movilización estudiantil se desinfle por agotamiento y cansancio.

Los que apuestan a una salida del ministro de educación, pierden el tiempo. Es candidato presidencial de la UDI, y el partido de gobierno se hace más fuerte con los últimos cambios.

Lavín tiene un 70% de popularidad.

Difícil ecuación. ¿O no?

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