En esta Semana Santa, tiempo de reflexión y recogimiento, invito a mis hermanos y hermanas a profundizar en nuestro compromiso político y social. Nuestra fe nos llama a ser agentes de cambio, a construir un mundo más justo y solidario, donde la dignidad humana sea el centro de nuestra vocación.
Hoy como alcalde, y previamente como dirigente social, he visto como los cristianos viven el Evangelio como agentes de cambio y restauración en los barrios más populares, allí donde el Estado muchas veces no llega, las comunidades evangélicas protegen a las infancias y a las juventudes, desde la olla común al albergue comunitario, la rehabilitación del consumo problemático hasta la asistencia humanitaria de los privados de libertad. Siempre desde la compasión, que es distinta de la caridad, porque implica "sentir con" o ponerse empáticamente en el lugar del otro, asumiendo el sufrimiento de manera horizontal, nunca desde un plano de superioridad.
La Teología de la Liberación latinoamericana, que me inspira en parte como cristiano en política, nos recuerda, con su profunda raíz bíblica, que el mensaje de Jesús es un mensaje de liberación para las y los oprimidos, marginados y excluidos.
Tal como se expresa en Lucas 4: 18-19: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido para que dé la Buena Noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor".
Su vida y su sacrificio nos inspiran a luchar contra la injusticia y a trabajar por la igualdad. Por tanto, no podemos permanecer indiferentes ante el sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas. Debemos alzar nuestra voz contra la pobreza, la discriminación y la violencia. Debemos ser constructores de puentes, promotores del diálogo y defensores de los derechos humanos, pues los seres humanos somos imagen de Dios y agentes de su gracia.
El ejemplo de Jesús: un llamado a la acción
El Evangelio presenta un Jesús comprometido con los más necesitados, no solo de palabras sino de acciones que materializan sus enseñanzas. Su vida está llena de ejemplos de solidaridad y justicia social. Recordemos la parábola del Buen Samaritano, donde Jesús nos enseña que nuestro prójimo es todo aquel que necesita nuestra ayuda, sin importar su origen o condición. También el pasaje de Jesús expulsando a los mercaderes del templo, indignándose y denunciando la corrupción y la injusticia de los poderosos. O cuando sana a los enfermos y alimenta a los hambrientos, mostrando su compasión por las y los más vulnerables.
Contexto material y político
Vivimos en un mundo dominado por la violencia y la egolatría, que se explica por una profunda crisis espiritual, pero que se expresa materialmente en fenómenos complejos y preocupantes que caracterizan la vida moderna: entre otros, la creciente tasa de homicidios, los niveles masivos de depresión, la corrupción de la política, la colusión de las empresas, la destrucción del medio ambiente, la criminalización de la pobreza y la discriminación de las diversidades religiosas, sexuales y migrantes; pero también a nivel internacional, el genocidio palestino, la guerra y las armas de destrucción masiva.
Por una parte, Jesús nos invita a ser agentes de cambio, poniendo nuestras vidas al servicio de un proyecto comunitario de transformación, pero por otra debemos tomar una posición de denuncia e impugnación al actual modelo de desarrollo, que mire las causas profundas de las iniquidades del poder y de las desigualdades y discriminaciones de todo tipo.
Esta impugnación al poder no puede supeditarse o silenciarse por teologías moralistas e interesadas, que ponen sus principales énfasis en satanizar a las personas por sus preferencias sexuales. Esta posición conservadora reduce el valor de las personas a solo una dimensión de su existencia y además mutila el carácter redentor de la salvación únicamente por la fe en Cristo.
En lo personal, yo no logro imaginar a Jesús predicando por las calles sobre a quien debemos o no amar, por lo que pareciera que la interpretación teológica de estos sectores ultraconservadores les impide relevar la esencia del cristianismo y terminan colando el mosquito, pero tragando al camello; mirando la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio.
Esta actitud no es muy distinta a la de los fariseos, que terminaron crucificando a su mesías porque no fueron capaces de reconocerlo. Sin embargo, no debemos ser ingenuos en que más que una diferencia teológica, lo que existe es una manipulación de estos sectores políticos conservadores, que ven en nosotros, un instrumento útil para mantener y defender sus privilegios de clase, para que no se lleven a cabo transformaciones en beneficio de las y los más pobres.
Hay que ser mansos, pero no mensos; prudentes como palomas, pero astutos como serpientes, para evitar ser engañados.
Debemos ser una voz profética en nuestra sociedad, denunciando la injusticia y promoviendo la esperanza. Debemos ser constructores y constructoras de puentes, trabajando con otros sectores de la sociedad para construir un Chile más justo y solidario. Que la luz de la resurrección ilumine nuestro camino y nos fortalezca en nuestro compromiso con los más necesitados y necesitadas. Siempre desde el amor, nunca desde el rencor.
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