El daño de la corrupción es invaluable

Los desafortunados hechos de Antofagasta, relativos a irregularidades con fondos públicos que afectan a funcionarios del Ministerio de Vivienda y a una diputada del partido RD, vuelven a causar preocupación en las filas de gobierno, reponen la frase favorita en sectores autoritarios de que la gente de izquierda puro quiere llegar al gobierno para robar, así como entregan a la derecha política y económica argumentos gratuitos para zafarse del debate sobre la reforma tributaria y desautorizar la propuesta de justicia distributiva diciendo que van a ser fondos para el amiguismo y la corruptela.

Dentro del mismo oficialismo hay quienes aprovechan la situación para turbios ataques personales y rencores motivados por otras causas. En fin, la situación creada no pudo ser más vergonzosa y desafortunada. El daño que provoca la corrupción es invaluable. Es lo que no debió pasar pero igual pasó. ¿Qué hacer entonces?

Primero, sancionar a los responsables, en la línea jerárquica correspondiente. Incluyendo las responsabilidades políticas, sobre todo después de las desafortunadas declaraciones de la propia exsubsecretaria recién renunciada. El Presidente Boric al aplicar mano firme actúa de acuerdo a lo que piden las circunstancias.

Segundo, hay que cortar y sacar la línea de fundaciones o consultoras privadas de tareas que son de organismos públicos. La derecha esconde la mano, eso no es novedad, pero ha sido la principal impulsora de la transferencia de funciones públicas a los privados.

Se trata de una razón ideológica para la derecha, mientras menos Estado, mejor: eso es lo que piensan, lo promueven y están convencidos de ello. Además, sus propias fundaciones sacan máximo de estos espacios y procedimientos beneficiándose con miles de millones a través de la evasión o elusión de impuestos. Pero, claro... si hay corrupción dirán que es gente de izquierda porque nunca trabajaron.

Sin embargo, el resultado muestra lo contrario, lo contraproducente que resulta intentar llevar adelante tareas propias del Estado con organismos privados. Hay una parte de ellos que lo hacen honradamente, pero también hay muchos frescos, oportunistas y aprovechadores. Lo esencial es que no corresponde. El Estado debe realizar sus tareas desarrollando sus propias capacidades.

Lo más controvertido y negativo es que para conseguir los recursos públicos esos organismos privados "crean" al Estado una necesidad. Y como el funcionario que escucha sabe que después puede requerir un techo que lo proteja, se deja convencer de tal necesidad. Ese es el espacio que se ha creado para que entre la corrupción y no se controle y limite a lo que sea realmente imposible evitar.

Esto se arrastra hace tiempo, no debe seguir, hay que cortarlo ahora. Es la fe pública que no da más y la credibilidad en las instituciones democráticas. Ha pasado a ser un tema de gobernabilidad para el país. Para enfrentar el desencanto hay que cerrar esas brechas que se convierten en verdaderos flujos desde los cuales se sustraen recursos públicos.

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