El desafío democrático de la izquierda

Los sucesos de Nicaragua, es decir, la conversión del régimen de Ortega-Murillo en una dictadura oligárquica, ilegítima, impopular y duramente represiva, vuelven a replantear el decisivo debate en las fuerzas de izquierda acerca del valor de la democracia como factor histórico determinante del proyecto político a proponer al país.

En efecto, las diversas vertientes de la izquierda chilena siempre han bregado, incluso desde distintos conglomerados, como ancha corriente de ideas culturales, sociales y políticas, por la preservación, ampliación y profundización de la democracia o por su restablecimiento cuando fue usurpada, como en el caso de la dictadura de Pinochet.

Sin embargo, sus adversarios logran poner en duda ese férreo compromiso, forjado con el coraje y sacrificio de sus militantes, siendo innumerables de ellos, víctimas de los aparatos represivos, liberticidas y anti democráticos generados en el Estado por las fuerzas ultraconservadoras y seudo centristas que les han usado para defender sus mezquinos intereses.

Hasta 1989, desde el fascismo hasta sectores conservadores de centro y diversos grupos políticos comprometidos con el status quo, explotaron el escenario internacional creado por la guerra fría y usaron las relaciones políticas de la izquierda chilena con los Partidos Comunistas de la Unión Soviética y de Cuba, entre otros, como prueba del supuesto compromiso "táctico" de esos Partidos con la democracia. Así, la dictadura trató de destruir sus organizaciones para borrar su larga brega que significó para Chile derechos sociales y libertades fundamentales, dándose maña de acusarle como antidemocrática en una brutal paradoja.

Nunca en la derecha valoraron en su debido significado la condena del Partido Socialista a las invasiones sovieticas, a Hungría y Checoslovaquia, tampoco tomaron nota del Programa Socialista de 1947 y su contenido profundamente democrático, redactado por Eugenio González y otros dirigentes históricos del socialismo chileno.

Así también, ignoraron las movilizaciones del Partido Comunista en defensa de la democracia, como ocurrió frente al intento de golpe militar del general Viaux, al gobierno del Presidente Frei Montalva, en Octubre de 1969, conocido como el "tacnazo".

Asimismo, silenciaron y/o desconocieron el carácter democrático de la vía chilena al socialismo, máximo aporte político histórico del Presidente Allende, en la búsqueda de un rumbo estratégico que lograra sortear la división del mundo en las llamadas "zonas de influencia", vastos territorios, continentales y/o nacionales, bajo el dominio intocable de las super potencias de entonces, tal como fue el escenario mundial que se estableció después de la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, desde la izquierda tampoco ayudaron las lecturas dogmáticas de la teoría marxista cuya visión se basaba en la propuesta de un régimen estatal de partido único, correspondiente al modelo de Estado instalado en los países de Europa del Este, en torno a la ex Unión Soviética. Las fuerzas reaccionarias aprovecharon esas distorsiones para justificar e instalar las más crueles y antidemocráticas dictaduras, proceso realizado con la excusa de implantar regímenes tutores de la seguridad nacional y ocultar el feroz sistema neoliberal que fue lo que efectivamente se implantó.

De esa nefasta "doctrina" surgió el genocidio practicado por las dictaduras militares para cumplir el objetivo principal: desmantelar el Estado, una labor que fue diseñada y aplaudida por la derecha que hoy, a propósito de las bandas de narcotraficantes instaladas en la perisferia urbana, levanta airadamente la voz para quejarse de la ausencia de Estado, el mismo que la derecha jibarizo y anuló en aras del reinado del "libre mercado".

Ahora, en el siglo XXI, no se puede bloquear a la izquierda por la Unión Soviética que ya no existe, sino que se cuestiona la vigencia del régimen democrático y se patrocinan opciones regresivas, ultraconservadoras, con nuevas excusas, en especial, utilizando las deformaciones dictatoriales en Nicaragua y Venezuela, como prueba de la inconsistencia de una parte de izquierda que no sería capaz de condenar las acciones antidemocráticas de esos regímenes. No hay que darles el gusto.

En la derecha chilena domina hoy el neoliberalismo autoritario que, con ropaje populista, aprovecha la rigidez del dogmatismo de izquierda que justifica lo injustificable, desconoce las atroces violaciones de los Derechos Humanos y la formación de cúpulas corruptas que defienden privilegios, recurriendo a la misma crueldad de aquellos represores contra los cuales algunos de ellos lucharon, hace décadas atrás.

La lucha democrática de la izquierda no puede seguir cargando el pesado lastre proveniente de dictadores que traicionaron los ideales socialistas, cuya conducta es una vergüenza ante la historia forjada con el coraje y la entrega de miles de militantes que no lucharon por prebendas, aparatosas legiones de guardaespaldas, fortificadas mansiones, cuentas secretas en paraísos fiscales y otras expresiones del ruin poder de los sátrapas.

Así también, el desafío democrático de la izquierda es lograr las transformaciones que frenen la desigualdad, sea justa la distribución de la riqueza y logren, efectivamente, articular desarrollo con progreso social lo que tantas veces se ha prometido y luego no se ha conseguido. La sola administración del status quo devino en una crisis de credibilidad del sistema político y el desencanto con la democracia en extensos sectores ciudadanos. El cambio social es legítimo y cada día resulta ser más urgente y necesario.

El gobierno del Presidente Boric ha rechazado las arbitrarias expulsiones de opositores llevada a cabo por el régimen dictatorial en Nicaragua. El poder político no es para cometer los abusos que se les ocurra a quienes ejercen la autoridad. Hay que separar aguas de tales comportamientos en continua descomposición.

El respeto al pluralismo político e ideológico y la diversidad de organizaciones que ejercen la responsabilidad de gobernar son un factor esencial del camino hacia una nueva sociedad. La lucha por la libertad, la dignidad y la justicia social así lo exigen.

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