Los estoicos en la antigüedad usaban el término simpatheia para abordar la importancia del bien común. La interconexión e interdependencia de todas las cosas del universo. Era su manera de enfrentar las crisis y buscar salidas comunitarias.
Qué duda cabe, este 4 de septiembre estamos conminados a elegir entre dos opciones (obviando la abstención), una encrucijada dicotómica que tiene, a 3 semanas del proceso, a una amplia mayoría de la población frente a un problema que se comporta como un dilema ético, es decir hay una cuestión valórica en juego (una elección entre dos males).
Elegir el mal menor, es lo que tiene presionado y sometidos a un estrés significativo a una población con una ya dañada salud mental, sobre un "terreno débil queremos exigir que se plante un árbol imaginario sin sentido de la realidad".
Ante esto, la elección se transforma en un proceso transmutador sin claridades, obnubilado aún más por una lluvia de información poco precisa y más allá todavía cargada de incertezas valóricas, políticas y procedimentales, las que cimientan un clima y proceso complejo difícil de abordar. Para quienes están por el Apruebo, con aprehensiones, confiar que se modificará lo existente es una apuesta que la historia no avala (ha mostrado ser una utopía). Para quienes van por el Rechazo, confiar que aprobada esta nueva propuesta se corregirá, es un salto al vacío.
Frente a esta crisis de decisión, la convivencia y crispamiento social-político no contribuye a su estabilidad ni menos a la claridad y tranquilidad que nuestra población necesita. Hoy Chile "navega de noche por el mar de Drake con la posibilidad de ser alcanzado por una tormenta", sólo confiando en cada uno de nosotros, en tener la brújula del bien común como guía, sea probablemente lo que nos ayude a salir de la crisis con los menores daños o secuelas. Los costos de no darnos la opción de trabajar por Chile, de respetarnos y colocarnos a disposición de colaborar con la opción ganadora o de acoger a quienes no vean su opción triunfadora, sólo hará que este mal menor elegido nos genere un daño como sociedad profunda, del cual sea difícil recuperarse.
Buscar la simpatheia en nosotros mismos y quienes nos rodean puede que nos ayude en la construcción del Chile del siglo XXI.
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