El texto del abuso y la injusticia

La derecha y la ultraderecha hicieron de las suyas en el Consejo Constitucional, a ratos disimulaban y cínicamente insinuaban que podían concordar en las ideas matrices de un texto constitucional que permitiera un apoyo pluralista, pero sólo fue una "hipocresía táctica", simplemente un recurso para disimular la intransigencia y luego pasar la aplanadora.

La estrategia neo pinochetista fue y es de confrontación, obligando a la derecha tradicional a alinearse detrás suyo, tal como lo hacía el dictador en sus días de esplendor, nunca tuvieron la menor intención de llegar a un acuerdo constitucional o de compartir ciertos contenidos centrales del nuevo texto a plebiscitar.

Así, la ultraderecha impuso lo que quería imponer, contenidos ultraconservadores para cercenar los derechos reproductivos de la mujer, como también para reinstalar los abusos del plan laboral original de Pinochet en lo referente a los derechos de los trabajadores y reponer la ley de la selva en las relaciones sociales, un modelo ultraliberal en que la solidaridad desaparece, salvo como recurso publicitario de campañas mediáticas, y que hace de la injusticia y la anomia social el motor del régimen económico social imperante, cada cual deberá sobrevivir como pueda, sumido en la inequidad y la desesperanza.

La mano del extremismo conservador en la derecha fue dura. Hay una conducción autoritaria, neofascista. Diversas figuras o personeros fueron avisados que no se aceptarían matices y debían someterse sino serían rudamente bloqueados en cualquier aspiración política futura. Los desobedientes tendrán que atenerse a las consecuencias.

Aunque el carácter ultraconservador del nuevo texto constitucional no tiene ningún disimulo, aun así, grupos centristas hasta hace poco de ostentoso pero falso boato progresista, se suman a la ultraderecha y son presa fácil del ventarrón pseudo republicano, en rigor, no les importa que sean corrientes transitorias y de corto plazo, sólo les interesa la figuración mediática inmediata.

El texto de la ultraderecha carece de sentido nacional porque es de carácter totalitario, protege sesgadamente el núcleo del poder oligárquico que tiene la toma de decisiones en la economía y el sistema productivo, por ello requieren el control del Estado y desde sus centros de dirección institucionales, proceder a desmembrarlo para anular su capacidad institucional e instalarla en los poderosos, los dueños del capital y sus centros tecno burocráticos de mando, asegurándoles una dominación más intensa y excluyente.

Esa ideología es simple pero irreductible, hay que asegurar a los poderosos, es lo mismo que repiten desde la dictadura, si los ricos están bien los demás podrán recibir -algún día- el "chorreo". Nada de políticas públicas que "distorsionan el buen funcionamiento del mercado". El pueblo, en ese concepto clasista, tiene que conformarse con lo que hay, no hay otra opción.

Por eso, la ultraderecha pretende imponer este texto de la injusticia y el engaño que consagra un Estado intolerante y excluyente, que aplasta a las fuerzas sociales mayoritarias, perpetua las injusticias, agrava la desigualdad y la discriminación, engañando en sus objetivos fundamentales, habla del Estado social y democrático de derechos, pero niega las conquistas sociales acentuando el carácter subsidiario del Estado.

La acción política atraviesa por un período de impopularidad y desconfianza, pero el remedio no puede ser peor que la enfermedad, el descrédito hacia la política no debe empujar al pueblo chileno a tragarse la desesperanza, el engaño y la injusticia.

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