Quienes apreciamos mucho el sistema democrático tendemos a darle un valor muy superior a su principio fundamental de una persona un voto. Sin embargo distintas democracias del mundo tienden a sopesar este valor con otros valores. Quizás el caso más conocido dentro de aquellos es el de los EE.UU.
En efecto en los EE.UU. sus elecciones presidenciales no se rigen por el principio de una persona un voto. La elección del Presidente de ese país recae sobre un colegio electoral de 538 electores provenientes de los 50 estados y el Distrito de Columbia (la capital) que depositan los votos por el candidato que haya ganado en su Estado. Quien acumule 270 o más votos electorales, gana la presidencia.
¿Cuál es la razón para que Estados Unidos eligiera esta forma? Ellos tuvieron que compatibilizar sus ansias democráticas expresadas en el principio de una persona un voto, con el valor que le otorgaban los representantes de los que conformaron la Unión de la república a finales del siglo XVIII, a proteger los intereses de cada Estado individual y evitar el dominio de las regiones más pobladas del país. Por lo mismo, los Estados más pequeños de la Unión tienen una representación proporcionalmente mayor. Mientras California elige un miembro del Colegio Electoral por cada 700 mil habitantes, Carolina del Sur lo hace por cada 500 mil y Washington DC por 200 mil.
En síntesis se abandonó el principio democrático de una persona un voto por otro principio considerado para ellos superior el cual era preservar la unión del país.
Este cambio al principio de una persona un voto, ha implicado que en algunas ocasiones, como la reciente elección de Donald Trump, con menos votos populares obtenga la mayoría del Colegio Electoral y por ende la Presidencia.
En otras cuatro ocasiones se ha repetido lo mismo en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, una de ellas fue la elección de Bush frente a Gore y otra la de John Adams cuando recién comenzaba EE.UU. su vida republicana.
Cada vez que en EE.UU. ha sucedido esto surgen algunas voces queriendo cambiar el sistema pero se encuentran con los escollos de quienes insisten que más importante que el principio democrático de un apersona un voto es la preservación de la unidad de la nación y también porque un cambio de ese tipo debe superar la restricción impuestas por los redactores originales de la Constitución que data de la Convención Constitucional de 1787 y que para una modificación de esa envergadura requiere los 2/3 de ambas cámaras y después ser ratificada por las tres cuartas partes de los Estados.
Lo anterior lo menciono a raíz de algunas de las discusiones que han surgido en los últimos días respecto a la composición de nuestra futura Convención Constitucional. Se ha planteado allí la posibilidad que se aplique paridad de género. Esto puede entenderse de dos maneras. Una que podríamos llamar paridad de entrada, que exigiría igual número de candidatos de ambos generos, pero donde saldrían electos, a la salida, los que obtuvieran más votos, por el sistema de una persona un voto.
Otra posibilidad es que se decidiera que existiese paridad de género a la salida. Esto es independiente de los votos obtenidos por cada cual, se forzaría en la salida una composición paritaria.
O sea una persona elegida por más votos populares podría ser no elegida y reemplazada por otra para cumplir la paridad de salida.
Si la valoración que como sociedad queremos darles la paridad de género es mayor que el valor que queremos darle al principio de una persona un voto, esto es perfectamente posible y son decisiones que la sociedad debe adoptar.
Debemos estar conscientes entonces que podríamos tener una Convención donde un grupo o sector pueda haber tenido mayor respaldo popular en votos pero por la corrección de paridad quede con menos representantes en la Convención. No necesariamente esto tiene que pasar pero es posible que pase como el caso mencionado para EE.UU. Lo importante es la valoración que le damos a cada principio.
Lo mismo es válido para las cuotas específicas para grupos originarios. ¿Aseguraremos una cuota a la entrada o una a la salida? También se puede dejar un determinado número de escaños reservados para los distintos grupos originarios. Al final la pregunta siempre será cuanto queremos sacrificar del principio una persona un voto a cambio de otros principios que consideremos igual o más importantes.
En todo caso mientras más casos especiales incorporemos que contradigan el principio de una persona un voto más complejo se vuelve. ¿En las cuotas de grupos originarios se aplicará también paridad de género o sólo se corregirá una vez a la salida?
Se puede seguir avanzando en incorporar otro tipo de participaciones de organismos sociales, sindicales, culturales o de otra índole pero todas ellas van permeando el principio de una persona un voto hasta llegar a la perfección de un sistema de ese tipo que es conocido como corporativismo donde representantes de distintos grupos de la sociedad reemplazan en su totalidad el principio de una persona un voto.
En lo personal me inclino por ser muy exigente al momento de reemplazar este principio tan propio de la democracia y de hacerlo que sea de manera muy limitada, probablemente por un tiempo acotado, de manera de nunca terminar torciendo la voluntad del pueblo soberano.
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