El ex presidente Piñera nos recordó en una entrevista reciente una regla de protocolo tradicional, de urbanidad, que reza “que hablar de plata en público es de mal gusto”. La verdad no creo que a nadie salvo gente muy insegura le guste andar haciendo alarde de lo que tiene y su valor. Entonces ese precepto resultaría válido para cualquier ciudadano de a pie, común y corriente.
Sin embargo, hay dos excepciones que me gustaría comentar. Primero están las personas que no pueden evitar hablar de dinero en público, porque es escaso y es tema recurrente, de sobrevida diaria.
Cuantos chilenos y chilena han dicho en la sobremesa “¿cuánto queda para llegar a fin de mes?”, al desayuno “me faltan monedas para la tarjeta Bip” o “¿me puede hacer una rebaja porque no me alcanza”? Afligidos decir,“¿tienes que me prestes?” o recibir la clásica “no sé qué haces con la plata que te doy”, suspirar, “es que la plata no me alcanza para nada”, o un “le puse los últimos 5 mil pesos que tenía de bencina al auto” explicando que no tiene más.
La regla de oro de no hablar de dinero en público no se puede respetar en muchas casas chilenas: ahí está presente y aunque no quieran en la cotidianeidad de desayunos, cenas, conversaciones por wassap, con las amigas y hasta en las salas de espera de médicos, consultorios y todo en público.
Una segunda situación que corre como excepción corresponde a los actores públicos como futbolistas, artistas o políticos con la diferencia que entre los dos primeros se trata de una mezcla de voyerismo social y medición del éxito, que busca por parte de managers y equipos de mantener en la cúspide y en el mercado a sus representados y por parte del público y la fanaticada de saber cómo amasaron y como utilizan sus fortunas en estilos de vida que se estiman excepcionales.
En cambio los políticos que aspiran a dirigir un país, a representar los intereses de la ciudadanía, más allá del protocolo, las formalidades de la etiqueta se deben a otras reglas: la de probidad y transparencia de lo público. Entonces, en dicha circunstancia referirse a la plata ante el público es lo correcto. Es lo que espera la ciudadanía de todos y cada uno de los representantes políticos. Conocer el origen, la naturaleza, la extensión y administración de la riqueza y bienes que se detentan es indispensable para un buen “accountability” de la gestión pública.
El ejercicio de dirigir y representar requiere de altos estándares éticos. Los ciudadanos esperan, aunque con pocas esperanzas, que sirvan y no se sirvan de su posición durante y pos ejercicio de sus cargos.
Esta demanda ciertamente que se ha exacerbado en el último tiempo. Es que lamentables experiencias de opacidad en las prácticas públicas, vicios y relación perversa entre dinero y política criollas e internacionales predisponen a los electores a presumir mala fe. Las normas existentes no daban cuenta de ello y fue necesario crear una Comisión asesora por parte del Gobierno y luego se hizo indispensable corregir y/o generar leyes. A pesar de ello normas como el fideicomiso ciego quedaron cortas al no contemplar capitales que se inviertan fuera de Chile.
Entonces en la esfera de la política, en una democracia que se precie de respetable, para los políticos hablar de plata debe justamente hacerse en público, sino más que frase de buena cuna, parece una oración similar a “mejor no hablar de ciertas cosas”, canción del Rock argentino que interpretaba Sumo en su primer álbum en 1985 refiriendo no a buenas costumbres sino a censurar temas ocultos y prohibidos en un contexto de un país que estaba recién dejando atrás la pesadilla de una dictadura.
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