Hay que perseverar

Luego de la firma del documento "Acuerdo por Chile", suscrito con el objetivo de retomar el proceso constituyente hacia una nueva Constitución, muchas opiniones llenaron las redes sociales y la preocupación de los columnistas.

A la ultraderecha no le gustó el compromiso suscrito porque su pretensión es que la Constitución del '80 quede sin cambio alguno, inmutable para siempre. Uno de sus diputados dijo que era "un triunfo del PC". Son fanáticos que en el Parlamento mezclan ignorancia con improperios, hablan como si Stalin estuviera vivo y en Rusia aún imperara el sistema comunista, tales acólitos del pinochetismo defenderán esa nefasta herencia hasta el final de sus vidas.

No obstante, la derecha civil sabe que la Constitución del '80 se agotó y que eternizarla a todo evento puede ser un error garrafal, pero actúa condicionada por la fuerte presión del lumpen de ultraderecha, ante ello se decidió a formar parte del "Acuerdo por Chile" dando prueba de su conservadurismo frente al extremismo conservador instalando verdaderos enclaves autoritarios, los que constituyen severas restricciones al ejercicio de la soberanía popular en el proceso constituyente.

Esos cerrojos se orientan a hipertrofiar el rol de la Comisión de Expertos y sesgar la interpretación de los 12 criterios que son base del acuerdo político, también a sobrevalorar el llamado Comité Técnico de Admisibilidad, cuyas funciones podrían llegar a coartar severamente el trabajo constitucional a desarrollar. Por eso, hay que poner mucha atención a su composición.

Por su parte, desde su diversidad, las fuerzas de gobierno apoyan la reposición del proceso constituyente y la formación del Consejo Constitucional electo en su totalidad, en esa decisión el llamado que hiciera el Presidente Boric fue determinante, no hubo euforia sino que responsabilidad ante el llamado del jefe de Estado, más allá del contenido literal del documento suscrito.

Así también, en la alianza de gobierno se remarca el valor histórico y moral que tendrá la definitiva supresión de la Carta Fundamental impuesta por Pinochet a gusto de la derecha neoliberal, recurriendo al más siniestro uso del terrorismo de Estado. Así, los partidos y movimientos populares de izquierda siguen bregando, en el complejo escenario post plebiscito, tras el objetivo de garantizar una nueva Constitución para Chile. No rendirse ni renunciar, esa es su voluntad.

Naturalmente, desde la ultra izquierda y personas afines descalifican el "Acuerdo por Chile", olvidan que el origen de sus debilidades radica en la severa derrota política y electoral sufrida en el plebiscito del 4 de septiembre y no asumen las consecuencias de haberse cancelado las conversaciones sin acuerdo, es decir, que se habría generado la perpetuación de la Constitución del '80 sin fecha de término en el horizonte. En esos grupos es habitual olvidar cómo el infantilismo en la Convención Constitucional trajo estas deplorables consecuencias y siguen sin hacer la más mínima autocrítica.

Esa vez se generó un texto incapaz de obtener mayoría y se practicó una conducta inoficiosa, maximalista, que hizo fracasar una ocasión irrepetible, no se estuvo a la altura histórica de la tarea y algunos se dieron todo tipo de "gustitos", los que pulverizaron la mayoría obtenida en el primer plebiscito, en octubre del 2020, revirtiéndose la situación hacia el 62% vs. 38% del último plebiscito. Ahora esas mismas voces se escandalizan ante el impacto de su propia irresponsable.

Hay que hacerse cargo de la situación nacional tal cual es y trabajar con la unidad de las fuerzas transformadoras, por la mayor representatividad de la izquierda y la centroizquierda en el Consejo Constitucional de 50 miembros a elegirse en el primer semestre del año próximo. Su labor será fundamental porque la derecha sigue en su afán de reducir el ámbito de la institucionalidad a un Estado mínimo sometido a un mercado preponderante.

Por eso, otra vez, el proyecto transformador propuesto por el Presidente Boric necesita la mayor votación de las fuerzas que lo apoyan, no sólo para poner término a la Constitución del '80 sino que para correr los cercos de la institucionalidad que saldrá de este decisivo desafío democrático. Hay que perseverar, así se podrá cerrar definitivamente esta etapa de nuestra historia.

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