La disputa por el centro político

Todo pareciera indicar que las personas que antes votaban por la DC se inclinaron por dar su preferencia al Presidente Piñera.

Posiblemente no la DC militante, sino aquellos ciudadanos que veían en la Democracia Cristiana un partido que alguna vez brindó estabilidad durante el proceso de reformas pos dictadura que el país discutía. 

Este hecho ha encendido la discusión entre actores que buscan situarse en dicho espectro y quienes refutan que ese espacio exista ideológicamente.

La discusión entre el centro y la izquierda o derecha pareciera ser una discusión errada a juicio de otros, ya que si el centro no tiene la fuerza por si mismo para ser mayoría, el diferenciarse carece de sentido. 

Este argumento tiene lógica, en cuanto a que sólo acuerdos programáticos amplios pueden ganar una elección presidencial; sin embargo, deja una duda más que razonable respecto a cuál es el aporte del actor de centro. 

Al respecto, algunos militantes de la DC señalan que un esfuerzo identitario no tiene mayor relevancia, añadiendo que la raigambre de la DC es fundamentalmente de “vanguardia”, es decir, las bases del partido están comprometidas con las transformaciones estructurales de una sociedad inequitativa, por lo que su posición ideológica es progresista y funcional a las propuestas de reformas que el país impulsó durante el período de la Nueva Mayoría.

Por lo tanto, un centro político moderado, dialogante y que busca construir grandes acuerdos nacionales no sería la característica principal de la Democracia Cristiana, la cual nunca habría tenido vocación de “Centro”.

Esta premisa se olvida que la DC promovió el cambio social más allá del capitalismo y socialismo, poniendo en su foco de atención a la persona humana, y no en un constructo ideológico. 

Sólo como un botón de muestra se menciona la gratuidad universal para la educación superior, la cual se presentó como un objetivo político, abandonando el ámbito educacional técnico y otras necesidades imperiosas de la sociedad. En definitiva, se enarboló primeramente un objetivo ideológico por sobre las necesidades más urgentes de la sociedad.

Desde otra perspectiva, qué comprendemos por centro político, puesto que éste en si mismo es un punto difuso, ya que es más bien un espacio imaginario en el que se sitúa un actor al medio  de dos bloques que se auto perciben como en oposición, inclinándose en algunos asuntos más a uno de los dos polos.

Así, nos acercamos a comprender lo que sucede en el mundo de los partidos considerados de centro, los cuales han mutado en el contexto del cambio paradigmático moderno al pos moderno, el cual los tiende a fragmentar en diversos movimientos políticos, polarizar las fuerzas políticas y erosionar a los partidos doctrinarios.

Es decir, el pragmatismo reinante sumado a un “empoderamiento” ciudadano y una evidente apatía por los partidos políticos, tienden a reestructurar las fuerzas representativas en los países.

En Chile debemos sumar a ello el voto voluntario y el cambio en el sistema electoral que han permitido un mayor sinceramiento de la representación ciudadana.

Todos esos elementos han traído nuevas hipótesis a la escena política nacional, en particular en la DC, la cual no sólo sigue la ruta de una disminución en su adhesión ciudadana, sino que pareciera mimetizada con las propuestas y/o visión de mundo de las demás fuerzas “progresistas” de izquierda.

Así se puede explicar el por qué el Presidente Piñera capitalizó una votación histórica para su sector, lo cual ha sido acompañado por el incremento en la adhesión al liberalismo político en Chile, el cual se está percibiendo como un nuevo actor de centro.

Esto, por un lado significa una cierta orfandad del mundo social cristiano en el espacio de centro y, por otro, un alza en la articulación de actores liberales en el mismo espacio.

Para entender lo señalado, debemos constatar que los contenidos de la discusión política de un gobierno de transformaciones como fue la Nueva Mayoría, no parecieran responder a los planteamientos ideológicos que provienen desde la izquierda y el centro político que algunos esperaban sea encarnado por la DC.

Es decir, la opacidad en que se presentó la discusión política en el Ejecutivo y en el Legislativo, conllevó a que la DC perdiera sus características y/o performance, ya que sus representantes no mostraban diferencias sustantivas con los representantes de los partidos de izquierda.

Por ello, es posible suponer que el electorado perdió certezas respecto a la actuación de lo que se entendía como un centro político estabilizador. 

Esta situación fue acompañada por años de bajo crecimiento económico, lo cual tendió a poner bajo tela de juicio el proyecto político y sus reformas, la que se asociaron al bajo crecimiento.

Si a lo señalado le sumamos el desgaste de los partidos de centro e izquierda del período de transición a la democracia, faltos de renovación de cuadros y carentes de liderazgos en materia doctrinal, que además envueltos en el financiamiento ilegal de la política, terminó erosionando la legitimidad de un gobierno de Centro- Izquierda.

En conclusión, la interrogante respecto a qué es un partido de centro es válida, pero difícil de responder.

Lo que sí parece más claro es que este espacio de momento lo ocupa el Gobierno actual, mientras que el partido que era percibido como el actor clave (la DC) no consigue articular una respuesta respecto a su identidad y visión de sociedad, que le permita identificarse de las demás fuerzas “progresistas” de izquierda. 

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