Este "tigre" que pretendíamos ser se colapsó a la primera de cambio, ya que por muy inusual que haya sido la nevazón en Santiago, no da para justificar un largo corte de luz en más de 200 mil hogares y por casi una semana en decenas de miles de ellos, extendiéndose la interrupción desde Aysén a Valparaíso.
En la Región de Aysén, la nevazón del mes de junio, cortó por días el servicio eléctrico en las dos ciudades principales, Coyhaique y Puerto Aysén, así como en gran número de localidades y poblados del sector rural, agravando la dureza del clima.
Estos hechos se producen en la espina dorsal del sistema económico que desechó el Estado por ineficiente y que instaló el reinado de la gestión privada como la llave infalible del orden económico.
Es decir, no es una falla cualquiera, toca una fibra ultrasensible de la ideología neoliberal y de la actual cultura empresarial, aquella que ha pregonado hasta el cansancio que el Estado está condenado a fracasar si se propone la gestión productiva y el mercado a salir necesariamente exitoso de cualquier desafío.
La experiencia indica que el dogma ideológico no sirve, sea estatal o anti estatal, lo que debe prevalecer es el bien común y esa ser una orientación inalterable de los gobiernos. Hay que colocar siempre el interés nacional por encima de consideraciones de grupo o pretensiones corporativas.
Ya se conoce mundialmente la afirmación del líder chino Deng Siao Ping que "no importa el color del gato, lo importante es que cace ratones". Esa frase convertida en filosofía política, le permitió a China salir del retraso causado por la llamada "revolución cultural". Si el Estado, como único productor era incapaz de alimentar y vestir a la población, entonces debía integrar y movilizar a las fuerzas productivas del sector privado.
Ahora bien, si ocurre al revés y el privado no responde, el Estado en una situación límite debe asumir su responsabilidad; ante la inseguridad debe actuar en bien del país. Esa función existe no solo para pagar los platos rotos de los apagones o de alzas tarifarias voluminosas e inexplicables, sino que para tomar la dirección de esos procesos vitales para el país cuya marcha no puede ni debe paralizarse.
Para plantearlo claramente, el Estado debe robustecer su rol regulador, si ese resulta insuficiente e impotente para asegurar que los privados atiendan un servicio esencial para la población, como es el servicio eléctrico, en particular, en las condiciones de un duro invierno.
En tal caso, el Estado no podrá sino retomar la gestión de esos enormes consorcios y sus infraestructuras, que existen porque se crearon por el Estado, sostenerlas y afianzar su contribución al país.
La inseguridad de la población no es aceptable. Asimismo, debe cesar definitivamente la impunidad de la ineficiencia, la indolencia y el reinado de las altas tarifas, esta experiencia debe servir para reinstalar la responsabilidad de las empresas y las atribuciones fundamentales del Estado en pos del bien común.
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