Octubrismo sepulturero del Apruebo

Las movilizaciones sociales que se iniciaron en octubre de 2019 no tienen un claro gatillante, menos una explicación concreta. Libros, ensayos, debates, cifras más o cifras menos, la cuestión es que hubo un país que llevó demandas sociales a la calle de manera masiva. Hay que decirlo, hubo importantes niveles de violencia, y también violaciones a los derechos humanos, tal como algunas autoridades del anterior gobierno han reconocido. Como resultado, la salida institucional fue un acuerdo en noviembre de ese año, y así es como a través de un plebiscito la ciudadanía con el 80% quiso que hubiese una nueva Constitución, a través de una convención 100% electa.

La ciudadanía también quiso ir más allá, cuando eligió a una importante cantidad de independientes para integrar este órgano, dando vuelta la espalda a los partidos políticos en un símbolo de cansancio de la política y sus protagonistas. Sin embargo, y a pesar de todo sentido lógico, algunos convencionales constituyentes se convirtieron en todo lo que juraron destruir. Crearon sus propias dinámicas, cultura, lenguaje, le hablaban cotidianamente a los convencidos, a sus propios amigos, abandonando la idea de que la construcción de las nuevas reglas debía ser parte de una amplia base social y electoral. El resultado, en tan sólo un año, fue una pérdida importante de confianza y representatividad en el trabajo que se realizaban, y por tanto, en el proceso de diseñar una nueva Constitución que traería de la mano la creación de un nuevo pacto social

Hoy, a días del plebiscito de salida, las mismas personas quienes votaron ampliamente por tener una nueva Constitución quieren rechazar la propuesta. Si la encuesta Pulso Ciudadano dice que 49,1% ha leído tan sólo algunos artículos y 23% declara no haber leído ninguno, queda claro que no sólo la propuesta es la causa de la potencial victoria del Rechazo, sino que también el proceso en sí. La reivindicación de la violencia, el revisionismo a los símbolos patrios por ejemplo, llevar a la posición sacra a personas como el exconvencional Rojas Vade, y todos otros "gustitos", que por tener la convicción de que se venía a crear un país nuevo, con nuevos protagonistas, llevarán -es lo más probable- a perder la oportunidad que permitió el acuerdo de noviembre.

No es menos cierto tampoco que para grupos extremos el mantener el status quo es funcional a sus intereses, de lo contrario se acaba su leitmotiv. Este grupo que se echa porras a sí mismos, terminará siendo el que le propinó la estocada que tiene desangrando al Apruebo de salida.

Con todo, debemos reconocer lo siguiente: para que esto sucediera tuvo que modificarse la ley electoral y permitir el ingreso de outsiders, también tuvo que existir un deterioro previo de la confianza en los dirigentes tradicionales para preferir a los independientes. Fuimos todos y todas responsables porque dejamos el escenario más adecuado para que esto ocurriera.

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