Ossandón y el triunfo de la derecha social

Como militantes de Renovación Nacional (RN), tanto Raúl Sanhueza como el suscrito consideramos que la holgada victoria electoral del candidato Sebastián Piñera, fue conseguida no sólo gracias a la mística y  organización, sino también a la leal cooperación entre las diversas derechas surgidas del tsunami que afectó a la Coalición por el Cambio en 2013.

En efecto, la derrota presidencial y parlamentaria de ese año llevó a un profundo debate intelectual y ciudadano que traspasó los centros tradicionales y se hizo carne en una militancia golpeada y en adherentes desorientados.

Mientras diversos autores debatían las razones del desastre, las dirigencias partidarias se orientaban en medio del escenario adverso y militantes y adherentes renovaban sus esfuerzos para restablecer la concordia entre las familias, Conservadores, Liberales, Socialcristianos y Nacionalistas, que integran el tronco fundador de un sector que ha dado el mejor servicio a Chile.

Este debate, que no tuvo su equivalente en la centro-izquierda debido al congelamiento producido por “el ángel de Nueva York” condujo a una nueva mística y a una organización más abierta que abarcó desde la derecha conservadora hasta la liberal. La pluralidad de partidos que reemplazó el binomio RN-UDI fue una demostración de esta vitalidad.

El debate no sólo ocurrió a nivel interpartidario; al interior de Renovación Nacional emergió una derecha social representada originalmente en solitario por el Senador Manuel José Ossandón Irarrázaval, cuya votación en las primarias de julio presagió la aparición de bancadas parlamentarias que seguirían su senda política.

La consolidación de este esfuerzo dio un paso más allá cuando el Senador Ossandón dio su apoyo condicionado al ¨Presidente Piñera para la Segunda Vuelta Presidencial; al hacerlo consiguió que el concepto de “crecimiento económico” fuera enriquecido por la idea del “desarrollo sostenible, equitativo e inclusivo”, banderas que en el pasado la izquierda se había arrogado como propias.

La gratuidad en la educación, la modificación de la ley de pesca, entre otras peticiones acogidas por el Presidente Electo, mostraron una faceta más humana del futuro Gobierno, acercándose así a las demandas ciudadanas formuladas ya hace varios años.

Durante su trayectoria política, como Alcalde de Pirque y Puente Alto y como Senador de la República, el Senador Ossandón ha mostrado un comportamiento directo, transparente y ha sido coherente con sus valores, algo impensado en una clase política caracterizada por intentar “nunca quedar mal con nadie”, o ser “políticamente correcta” para agradar al electorado. El espectacular aumento de la votación de Sebastián Piñera en Puente Alto (de 26.000 a 76.000 electores) entre la primera y segunda vuelta presidencial grafica la confianza de la población a este liderazgo.

Ello, contrasta con una clase política minada por el clientelismo político, -que desconoce la palabra desempleo para una categoría de militantes de centroizquierda- y por la relación no virtuosa entre los negocios y política. Estos factores han acrecentado la desconfianza de la ciudadanía hacia sus dirigentes, pese al evidente aumento del apoyo popular a las ideas de trabajo, emprendimiento, orden y esfuerzo, características de la centroderecha.

En este marco, la presencia del Senador Ossandón, quien nunca ha renegado de su pertenencia a la derecha social, es un factor esperanzador para el nuevo Gobierno que asumirá en marzo del 2018 y para quienes compartimos sus ideas y planteamientos.

Pero, ¿qué es la derecha social?

Quizás la historia estadounidense de la caña de pescar y del pescado, utilizada para reflejar la diferencia entre demócratas y republicanos, nos sirva de ejemplo.

Un demócrata considera que es competencia del Gobierno proporcionar bienes y servicios a la población. En consecuencia, uno de sus principales deberes sería la entrega gratuita de pescados, ya que el Estado de bienestar es una aspiración-garantía. Por ende, el Estado debería contratar pescadores y controladores de pesca para condicionar a los pocos emprendedores privados que quisieran pescar.

El crecimiento de la burocracia estatal sería una consecuencia, al igual que la generación de una relación de dependencia entre el ciudadano y el Gobierno-proveedor. Donde dice pescado léase bono y se tiene el ejemplo de los últimos cuatro años en Chile.

Por el contrario, el republicano cuestiona el papel del Gobierno en la economía, ya que considera al mercado como el principal distribuidor de recursos. En consecuencia, el Estado debería limitarse a entregar una caña de pescar al ciudadano, confiando que dicha entrega/inversión será suficiente para lograr su sustento. Con el esfuerzo individual - la pesca en este caso, gracias a la caña - se satisfacen las necesidades ciudadanas y se propicia el desarrollo personal.

¿Dónde aparece la derecha social en este cuento?

Muy simple, Santo Tomás lo denominaría en el “el justo medio”.  

La derecha social coincide con la propuesta republicana de que el Gobierno debe entregar una caña de pescar al individuo para que pesque para su supervivencia. El problema radica en que no todas las personas tienen las mismas capacidades ni han tenido las mismas oportunidades en esta vida para poder pescar.

¿Que sacamos con darle una caña de pescar a una persona que no sabe pescar, o no puede hacerlo porque el río está contaminado o se han agotado los peces por sobreexplotación?

En estos casos y sin perjuicio de privilegiar el emprendimiento privado, particularmente el de la pequeña y mediana empresa, el Estado debe promover el equilibrio ecológico y controlar la explotación para garantizar la actividad productiva.

Lo mismo ocurre con las cuestiones personales. ¿Por qué el Estado debería reemplazar y uniformar a las familias y los grupos intermedios? ¿No debería dejar que estos florecieran, dándose así curso a la inventiva, y la generosidad de las familias?

En definitiva, la derecha social propugna no una relación de desconfianza entre el Estado y las personas, donde siempre perderá el Estado, sino una colaboración entre el ámbito público y el privado a una escala humana.

Favorecer a los pequeños y medianos empresarios y controlar a las grandes corporaciones, en un ambiente de cooperación, donde el Estado esté dominado por el principio de servicialidad, constituye el sello de una derecha social, cuyo concepto fundamental es que el Gobierno está al servicio del ciudadano y que todos estamos al servicio de la Patria.

Co-autor de esta columna, Raúl Sanhueza, ex presidente de ADICA.

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