Perder con dignidad

En  el Tai Chi, nos explicaba el profesor,  los movimientos deben  ser relacionados con la “la naturaleza de las cosas”. Así, en este arte chino primero hay que “tener un Norte” y después moverse  asentado  en la tierra, Primero las raíces, los pies; luego viene el tronco,  y después las hojas, los brazos.

Yo asocié la explicación  con la actual  situación de los partidos derrotados  electoral y políticamente hace una semana.

¿Qué pasó en ese desastre? ¿Cuál es la causa de que la “centro izquierda” que durante años era invencible, fuera aplastantemente derrotada por una derecha que se apresta a gobernar de nuevo después de  solo cuatro años en la oposición?

A mí se me ocurre una explicación: sus partidos se olvidaron de las raíces, del sentido. En consecuencia, desarraigados de su esencia, de la adecuada respuesta a la pregunta “¿para qué existo?”, partieron, hace cerca de una década, solo preocupados  de conseguir  los frutos. En este caso,  de  las mieles del poder. Y se quedaron allí. Sin seleccionar a los militantes, sin propuesta; corrompiéndose algunos  de  sus dirigentes con los dineros repartidos por los “dueños del poder y la gloria”; sin lealtad sincera con sus propios líderes y sí con los cacicazgos  de turno, sin seleccionar a los más idóneos para administrar  el Estado.

Dos botones de muestra:

Lagos, un líder  de lujo, con años trabajando en propuestas  de futuro, lanza su oferta presidencial y su partido, el PS, simplemente lo desdeña, favoreciendo, en votación secreta, a un independiente que   “lidera las encuestas”. Después, a otra cosa: viva el candidato que ha “prendido”.¿ No vé que se trata de ganarle a Piñera?. ¿Y las raíces? ¿Cuáles raíces? Mientras escribo, el senador Harboe se lamenta : “Con Lagos podríamos haber perdido , pero habríamos perdido con dignidad”

Lo de la DC resultó peor. Un partido que aparentemente se había dado la causa  de sus males, haber perdido sus raíces, olvidado sus bases programáticas, sus valores propios  del humanísimo cristiano. También que haber abandonado a su propio  candidato cuatro años atrás, Orrego, para correr a formar gobierno de Bachelet sin “ leer el programa” para  apresurarse a percibir los frutos del poder, había sido un error rotundo que lo había llevado, esta vez sí, a  un extrañamiento, a un territorio ajeno. Eso se vio, se sintió y se palpó en los últimos cuatro años. Una DC sin norte, “desarraigada”.

Hizo un nuevo intento, un liderazgo joven, que lanza las renovadas semillas de la ética en política, de la nueva búsqueda del sentido propio, la promesa de volver a las raíces, de recuperar la identidad . Y hace propuestas originales, y desacoplándose  de  la “búsqueda del poder por el  poder”, pone a los antiguos aliados en la necesidad de unirse solo en torno a un programa común, del para qué.

Cuando le responden que primero primarias, ella  retruca  que primarias  para elegir un candidato sin coincidencia  en las propuestas es “poner la carreta antes de los bueyes”. “Perdiendo a veces se gana” se dice, casi recordando a la falange cuya historia nos habla más de derrotas electorales que de triunfos.

Pero este partido ya  no era  la falange. Mucho hábito de recoger los frutos- los cargos, las embajadas, los diputados y senadores, los ministerios, las asesorías,etc- ,y poco de cultivar el suelo. “Ya habrá tiempo para Congresos Ideológicos”.

Cuando una organización  política se olvida de las raíces, por ir en pos  de los frutos, se nota. Y la primera manifestación es que surge la división. En el caso de Carolina Goic, desde el comienzo un grupo importante, les llaman los “disidentes”, le exigió ir a primarias, es decir, que su testimonio durase menos que un gusano en el pico del pavo, y como ella no aceptara este viejo camino, le  pidieron en la mitad del proceso que declarase que Guillier  sería  su candidato, en caso de no ser ella la que pasara al balotaje.

¡¡Valiente forma de transmitir confianza al electorado!! Pero, lo peor fue que, contados los votos, pudo concluirse con fundamentos que se había repetido la misma historia de  cuatro años antes: la mitad de los diputados y senadores no la apoyó. Y ella sacó la mitad de los votos que su partido.

El colofón es un sainete. Producida la derrota  humillan a la candidata derrotada, le echan la culpa de la derrota, le exigen la renuncia a la presidencia y corren  a apoyar al candidato de las encuestas, sin pedir, ahora no hay tiempo, programa, ni  contenido… ni nada. Obligaron a la militancia a sumarse a un discurso que le llevaba flores como, “Patria o Muerte Venceremos”. Nueva hemorragia de adherentes que corrieron, ellos sí, a votar por Piñera.

Gran costo tiene la inconsistencia, el olvido de  las raíces  en política. La gente no confía, y por consiguiente no vota por quienes no sirven a sus principios ni a sus ideales y olfatea muy bien el oportunismo.

Así está hoy la DC, por no atreverse a ser fiel a  sus fundamentos, por no creer que la  semilla sembrada hace más de setenta años por sus padres fundadores, habían construido raíces poderosas; un suelo que valía la pena regar de nuevo para, solo entonces, pensar en cosechar los frutos. Por el momento, al decir del senador Harboe, era el momento de “perder con dignidad”.

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