Según aquellos que le conocen el candidato Sebastián Piñera no se fija en detalles si quiere alcanzar sus propósitos; por ello, se comentan diversas situaciones que avalan esa tesis, relativas a como hizo su fortuna y escaló posiciones hacia el poder, ese tan ambicionado objeto que mueve oscuros deseos de muchos que le buscan para saciar fines inconfesables.
Ahora el olfato le indica a Piñera que debe sanear su currículum de lo que constituye un vacío vergonzoso: su total ausencia en la brega por los Derechos Humanos en Chile. En efecto, Piñera nunca movió un dedo por nadie, salvo por sí mismo.
En eso hasta Jaime Guzmán lo supera ya que alguna vez por los intersticios del poder dictatorial en los que maniobraba con destreza, pidió que a algún detenido no lo asesinaran haciendolo desaparecer para siempre. En ocasiones, quien fungiera como ideólogo del régimen se sintió tocado, fuera por el drama de una madre o de una familia, o por simple cálculo de conveniencia, pensando que la dictadura no sería eterna.
No fue el caso de Piñera. Del joven ejecutivo y ambicioso empresario de entonces, que llegó por el marketing y la amnesia del país a senador y Presidente, nunca hubo una queja de nada. Solo "un cómplice silencio" que le permitía enriquecerse y del que acusó con su habitual desparpajo a sus propios aliados de extrema derecha.
Los porfiados hechos indican que jamás puso en riesgo las generosas designaciones que recibió del régimen, entre otras la de interventor del Banco Talca, para hacer presente una opinión o un reclamo que afectara a Pinochet en la médula de su sistema de dominación: las crueles y sistemáticas violaciones a los Derechos Humanos.
Ahora Piñera, demuestra ser un político soberbio y sin límites en su escala moral al arremeter contra la izquierda, a propósito de dictaduras como la de Kim Jong-un, que no merecen llamarse de izquierda, o de gobernantes desenfrenados como Maduro, que independientemente del contexto son de la misma estirpe que la suya, individuos dispuestos a recurrir a cualquier pretexto o maniobra en su afán de poder.
Así fue en la campaña del 2009, al prometer una "solución" de poner en libertad, que obviamente no podía cumplir, a los ex uniformados hoy encarcelados en el penal Punta Peuco, ahora Piñera quiere repetir la farsa para captar lo que sus íntimos llaman "el voto militar", el que valoran como decisivo en su plan electoral.
Pero no saldrá bien parado de este debate, por cuanto, no podrá borrar su pasado y quedará de relieve la inconsistencia de su discurso, eminentemente oportunista, sólo motivado por fines de corto plazo. No podrá tapar el sol con un dedo.
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