Política y poder en el PPD

El principal efecto que tiene la disputa pública entre el ex Ministro Velasco y el Senador Girardi es de hastío. Especialmente entre los jóvenes. Mis estudiantes universitarios son representativos de la desilusión que los políticos causan en la sociedad.Si sumamos a esto el bochorno de la ausencia de varios parlamentarios de oposición en la emblemática votación para eliminar el guarismo de 120 Diputados en la Constitución, que echa abajo el reclamo para cambiar el sistema binominal…todo es una vergüenza.

La relación entre política y poder es generalmente espuria, contrahecha. La política implica el acto de gobernar y conducir instituciones. En el neolítico la política la ejercían los que tenían la fuerza bruta. Durante siglos el poder fue absolutista hasta la Revolución Francesa.

Schmitt define la política como la dialéctica entre amigo-enemigo. Para Duverger es la lucha entre individuos y grupos para conquistar el poder. Weber la define como un asunto estrictamente de poder.

Debemos, en general, al contractualismo la idea de que el poder político es la expresión de un contrato entre la sociedad civil y el Estado, en donde la política es una actividad orientada hacia el bien común. En tal sentido, el objetivo del quehacer político sería lograr poder en la sociedad para representar y hacer realidad los intereses colectivos que contribuyan al perfeccionamiento de la sociedad. Pero, por lo general, el quehacer político está cruzado por los intereses individuales.

En ese sentido, no es extraño (aunque nos siga sorprendiendo) el que entre las corrupciones sensibles del contractualismo esté presente el uso indebido e inapropiado del poder, sobrepasando muchas veces los límites éticos.

Otras formas corruptas son el tráfico de influencias, la extorsión, la prevaricación, el caciquismo, la cooptación, el nepotismo, los compadrazgos y la impunidad. Si a esto se agrega la intervención del tráfico de drogas y el lavado de dinero en política, estaríamos en el peor de los escenarios.

La disputa entre Velasco y Girardi es además, la expresión de un problema mayor a partir de las reacciones de diversos actores políticos, unos rasgando vestiduras, otros saliendo en defensa y nuevos ataques, y todos –en general- pareciendo omitir lo esencial y es que todos, unos más, otros menos, están involucrados más o menos en los mismos hechos.

Es decir, no hay político en Chile que pueda tirar la primera piedra en materia de actos de presión a partir del poder que ejercen. Esto es parte de una práctica habitual. Los hay quienes ejercen presión debida, en razón de motivos superiores como la defensa de derechos fundamentales. No son muchos.

Otros ejercen presión indebida en razón de intereses individuales y/o de grupos de autoreferencia.Son los más. Todos los políticos presionan, en un sentido u otro. Y también amenazan, en un sentido u otro, hasta que dejan de tener ese poder omnímodo que les da la representación popular o que emana de la confianza de una autoridad mayor. En ese caso quedan reducidos a lo que son, pero habrán dejado una huella indeseable.

¿En qué tipo de políticos, entonces, debiéramos poder confiar? En los que son capaces de detenerse en el límite ético entre la virtud y la corrupción. Y en los que son consecuentes en la vida misma.

¿Cómo confiar en un político que dice defender la salud pública y que incluso se puede pasear en los consultorios haciendo campaña, pero está inscrito en la mejor Isapre y se atiende, con su familia, en las más glamorosas clínicas privadas de Chile?...

¿Cómo confiar en un político que dice defender la Educación Pública, pero tiene intereses directos (o indirectos a través de su familia) en colegios privados?...

¿Cómo confiar en políticos que dicen defender los derechos laborales, pero son altamente proclives a la influencia de las empresas desde donde le ayudaron a financiar parte de su campaña electoral?...

¿Cómo confiar en un político que se conduele por la pobreza y los bajos salarios cuando sus propias remuneraciones y privilegios salariales sobrepasan con creces los modestos sueldos de sus representados?...

El Diputado Marcelo Schilling ha puesto en el debate público el tema de que un parlamentario con un poco más de dos millones y medio de pesos puede vivir cómodamente. ¡Y así es! Y por atreverse a poner el tema más de algún escarnio y mofa se ha ganado.

¿Cómo confiar en políticos a quienes conocimos viviendo sencillamente y que con el paso de años, y al alero del poder, han experimentado asombrosas transformaciones materiales?...

¿Se acuerdan del chiste del Palta Meléndez en la Quinta Vergara, en alusión a una reflexión de Allende resucitado? “Cómo han cambiado los compañeros…Ahora pasaron de la citrola al Mercedes…Cómo han cambiado”…Duro, ¿verdad? pero así es.

Cada cierto tiempo la sociedad civil se sorprende con historias de políticos involucrados en algún hecho de corrupción. Pero, para ser francos, la sorpresa debería ser hasta por ahí no más, pues al final de cuentas los pueblos tienen los políticos que eligen. ¿O no? Entonces, también se requiere una autocrítica ciudadana para elegir mejores alternativas.

En ese sentido, la próxima campaña parlamentaria deberá permitir que a través de un mecanismo de elección primaria, un político de fuste, pero corrupto o con inclinaciones corruptas, pueda ser desafiado por nuevos ciudadanos, más dispuestos a convertir la relación entre Política y Poder en un auténtico Servicio Público, virtuoso y comprometido con el bien común. Y es de esperar que esos ciudadanos que se sorprenden con eventos de corrupción no se dejen seducir por las campañas fastuosas.

¿Les parece correcto que una campaña senatorial se empine por sobre 500 millones de pesos en una Circunscripción?

¿O que una campaña para diputados bordee los 100 millones? Ése es el tipo de escándalo que hay que parar en seco.

¿Están dispuestos nuestros ciudadanos a detener la vergüenza de campañas electorales en donde se invierten enormes sumas de dinero? Empecemos por ahí.

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