Políticas públicas: del dicho al hecho...

Al hablar sobre qué son las ciencias del comportamiento y su aplicación en las políticas públicas, se suele mencionar que muchas leyes fallan porque no toman en cuenta el comportamiento real de las personas. La idea base es que las leyes y reglas se generan para mejorar la vida de todos los que comparten un territorio en común, pero dependen críticamente de que se pongan en práctica. Si las leyes no generan un cambio en el comportamiento de las personas, no sirven para nada.

Las ciencias del comportamiento aplicadas en el ámbito público permiten mejorar la efectividad de medidas tales como leyes, políticas, protocolos y programas. Esto se logra, a grandes rasgos, determinando o identificando el comportamiento objetivo que se busca implementar. Por ejemplo, más allá de promulgar el derecho universal al acceso a educación temprana, lograr que los cuidadores matriculen y lleven a sus hijos al jardín. Más allá de decretar en el código del trabajo que se deben incorporar principios de crianza positiva para la conciliación familia-trabajo, conseguir que madres y padres asistan a un programa de apoyo a la crianza.

En este sentido, las ciencias del comportamiento permiten disminuir lo que se conoce como la brecha intención-acción. Es decir, la distancia entre lo que se quiere (la intención determinada por el conocimiento, habilidades, identidad, roles, creencias, emociones, refuerzos e incentivos) y lo que hacemos (el comportamiento observado). Esta distancia no es trivial: todos los días realizamos acciones que se contraponen a lo que originalmente habíamos decidido.

En las ciencias del comportamiento existen diferentes enfoques para cerrar esta brecha. Pero independientemente de estos, lo que se busca en última instancia es ayudar a producir cambios en el comportamiento a nivel comunitario, que permiten alcanzar resultados socialmente deseables. Este es el ingrediente básico en la implementación efectiva de políticas públicas.

Aquí es donde las ciencias de la implementación entran en juego. Pueden expandir las metodologías de cambio de comportamiento para responder a la pregunta de cómo lograr cambios socialmente deseables y sostenerlos en el tiempo.

De acuerdo con la National Implementation Research Network, la fórmula para alcanzar estos resultados exitosamente depende de tres elementos:

1) Innovaciones efectivas: intervenciones y programas basados en evidencia, probados bajo metodologías rigurosas de investigación.

2) Estrategias efectivas de implementación: buscan el cambio de comportamiento de las personas, equipos y organizaciones implementadoras, para que implementen alineadamente las innovaciones efectivas.

3) Contexto habilitante: el entorno en el que se implementará, que debe facilitar la toma de decisiones y la estructura para que las innovaciones efectivas se lleven a cabo.

En esta fórmula es posible identificar otra brecha que las ciencias de la implementación buscan cerrar: la distancia entre la evidencia más sólida existente (las innovaciones efectivas), y lo que es implementado en la realidad. Así como nuestras acciones no siempre reflejan las intenciones, la implementación de programas basados en evidencia no siempre plasma lo que la evidencia demostró que funcionaba mejor.

El éxito de la implementación, por lo tanto, dependerá de qué tan bien implementemos aquello que sabemos que funciona. En la búsqueda por cerrar esta brecha, las ciencias de la implementación han compilado y sistematizado aprendizajes desde la evidencia, para determinar cuáles son los determinantes cruciales de una implementación consistente para lograr los resultados deseados socialmente.

De acuerdo a la Active Implementation Research Network, toda implementación exitosa de una innovación efectiva es, por definición, una nueva forma de trabajar y, por lo tanto, requiere cambios de comportamiento en múltiples niveles. Posee muchas capas, tal como una cebolla.

En la capa exterior, el programa basado en evidencia busca obtener resultados positivos a través de cambios en el comportamiento de la población objetivo. Dado que esta interactúa con los profesionales que entregan el servicio, la siguiente capa es la fuerza de trabajo que llega a las familias con el programa. Este grupo de profesionales debe incorporar nuevas herramientas y metodologías probadas por la ciencia, generando nuevos hábitos en la entrega de sus servicios y transformando la entrega de este nuevo programa basado en evidencia en una práctica habitual.

La siguiente capa de esta cebolla implementadora la componen las personas que toman decisiones y las organizaciones a las que pertenecen los profesionales. Estas tienen la responsabilidad de crear y sostener las condiciones para que los profesionales puedan incrementar sus competencias y cambiar sus comportamientos en línea con el programa basado en evidencia. Recién en la capa más interna de la cebolla encontramos las leyes, las regulaciones y los mandatos, que buscan instalar cambios sociales en determinada dirección.

Para implementar innovaciones efectivas, las organizaciones harían bien al invertir recursos para generar contextos habilitantes y para mejorar su capacidad de llevar a cabo estrategias efectivas de implementación. Esto lo pueden hacer utilizando los aprendizajes de las ciencias de la implementación y recibiendo apoyo específico para la implementación de programas basados en evidencia.

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