Rescatar las viejas utopías: el sentido de la revolución

La aplastante derrota en el plebiscito del 4 de septiembre del año recién pasado marcó un momento histórico que será crucial para la izquierda chilena en el futuro inmediato y mediato. Siempre que haya hecho repensar los discursos, con la finalidad de que en un lenguaje nuevo se recuperen viejos discursos y utopías que, a diferencia de lo que muchos sostienen, están más vivos que nunca. Con propiedad podemos decirle a Francis Fukuyama que la historia no terminó.

El primer paso que es necesario dar es definir qué es ser de izquierda hoy. Creemos que en esa definición ya no participa el llamado socialismo democrático, porque desde hace una buena decena de años ha validado al capitalismo como forma de vida y de organización social y política, algo que se viene viendo reflejado en su discurso, donde parece haber traicionado definitivamente sus aspiraciones de cambio del modelo capitalista neoliberal, por lo que sus expectativas parecen ser solo morigerarlo y acomodarse a él.

La izquierda postula por una sociedad que supere el capitalismo, que integre como un elemento fundamental el cooperativismo, el comunitarismo, la justicia social, una igualdad que sea capaz de reconocerse no como uniformidad, sino como igualdad dentro de la diversidad; una sociedad que no persiga la igualdad de oportunidades, como en las concepciones capitalistas, sino que simplemente busque la justicia en las relaciones humanas y sociales, de modo que no se de como caridad lo que se debe por justicia; que construya una libertad plena no solo la "libertad" para consumir.

Se puede decir que ser de izquierda es poner el centro en una economía solidaria y a escala humana, el respeto estricto de los derechos humanos (no solo desde una dimensión individual sino que también comunitaria e integrando en ellos el respeto por la naturaleza), la democracia sustantiva, la revalorización del trabajo humano y en una concepción de la seguridad que sea entendida como un problema social y no como un problema de más y mejores formas represivas.

Ser de izquierda supone recuperar conceptos fundantes de un ideario de siglos, como: el ser una propuesta que es capaz de lograr una vida materialmente mejor para todos y todas; no es un sueño pensar en pensiones dignas, vivienda digna, alimentación garantizada, educación gratuita, salud gratuita (no mas bingos, ni rifas, ni completadas para satisfacer las necesidades más angustiosas de los chilenos y chilenas). Esto no es una quimera, es una realidad si se toman las decisiones políticas de poner efectivamente en el centro, las necesidades de las personas y las comunidades. No destruye las economías buscar equilibrios más justos en la repartición de la riqueza.

Ser de izquierda supone generar condiciones que permitan el desarrollo de la iniciativa privada, siempre en un proyecto de país donde todos se integran en la construcción de un espacio de crecimiento, efectiva justicia social y en la convicción de que seremos capaces de hacer un Chile donde efectivamente haya espacio y dignidad para todos y todas. Eso supone tener la humildad y la sapiencia de reconocernos en nuestras capacidades, pero sobre todo en nuestras incapacidades y errores.

Tenemos que ser humildes, generosas/os respetuosos/as y eficacez para hacer realidad nuestro sueños.

Para ello debemos entrar a discutir y defender nuestras ideas y ganar la batalla por ellas, ya que es allí donde se construyen y empiezan a triunfar los sueños de transformación. Solo desde un cambio cultural, que supere la mirada capitalista de cómo se entiende: la felicidad de las personas y las comunidades, el sentido del trabajo humano y la relación con la naturaleza, podremos imaginar la transformación valórica, social y económica de las sociedades.

En el ideario de la izquierda hay una idea que no se puede dejar de reivindicar: queremos hacer la revolución. Ello hoy no supone irse a la sierra, ni al monte, ni cargar las armas; supone asumir eficazmente como método de lucha política: la no violencia activa y la desobediencia civil, supone unidad y organización, supone construir mayorías concientes y con capacidad de movilización para enfrentar efectivamente las fuerzas que nos dominan, transformando en primer lugar nuestros espacios más cotidianos.

Sí, ser de izquierda es creer en la necesidad histórica de hacer la revolución. Y esta es "sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia..."(1).

Por lo que quienes se reconozcan, nos reconozcamos, de izquierda, deberíamos sin temores entrar en la batalla de las ideas, reivindicar viejas utopías, trabajar por un cambio cultural y asumir como un desafío para hoy, a través de formas nuevas, la responsabilidad de cambiar este mundo, que clama por otros modos de vida, y así comprometerse en este proceso generoso, valeroso, tierno y difícil de hacer la revolución.

(1) Fidel Castro Ruz. La Habana, 1 de mayo de 2000

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