Segunda vuelta, no es lugar para débiles

Todos los analistas quedaron perplejos y con sus vaticinios bajo la manga luego de las elecciones del pasado 19 de noviembre. Por humildad no me atrevo a sumarme a esa lista de expertos, pero con dignidad me atrevo a sumarme a los ciudadanos con sentido común para anticipar mis impresiones de lo que, hasta el debate Anatel, era un “empate técnico” entre Sebastián Piñera y Alejandro Guillier.

Si bien este último ha descansado en algunos dichos erráticos del ex presidente, ni siquiera ha necesitado revolver sus cartas en juego o ha realizado una autocrítica sobre su falta de programa o dichos falaces contra su contendor. Podríamos decir que perdió  una gran oportunidad de hacerlo. Incluso perseveró en la mala praxis de la difamación a través de la TV en cadena nacional.

Sabemos que la política no es lugar para débiles y que los escenarios han cambiado desde que Parlamento y Gobierno eran un teatro desierto en busca de actores. Legendarios senadores con los que me he reunido me han mostrado cómo el nuevo montaje les quedó demasiado grande. Nuevas encrucijadas como el voto voluntario, el sistema electoral D’Hont y los esperpénticos bloques políticos son cuerpos extraños para los que muchos honorables ya no tienen capacidad de reacción.

Da la impresión de que cada pos verdad dicha por Piñera, cada negocio cuestionable le suma más puntos de apoyo. ¿Es el chileno el que valora a los autores de la pillería, a los Pedro Urdemales de este siglo en busca de una figura a quién imitar? No estamos tan lejos de repetir el episodio que llevó al triunfo a un fanfarrón ignorante como Donald Trump.

En ese sentido, el candidato de centro derecha saca partido a su ligereza de palabra, sus cifras inexactas sus fantasías de desarrollo al estilo Harvard.

Sin embargo, es un discurso funcional para un país que no va aceptar un mandatario con principios socialistas, posiciones humanitarias y una agenda de bienestar demasiado común ante un empresariado que ya votó ante quien le quiere “meter la mano al bolsillo”. Lo saben también los errabundos (independientes) que están en el congreso esperando aguas invernales en medio de la sequía popular.

Incluso le perdono a Piñera que me haya dejado plantado una decena de veces cuando ofreció participar en mi programa de TV "La Hora Pyme". “Si no cumplo con esta invitación, el señor me castigará”, me dijo. Esto me hace pensar en que, ante todo, para si, se trata de un líder consecuente con el personaje que infla las expectativas de todo un país y es capaz de decir lo que todos desean escuchar.

Mi experiencia como Pyme, la convivencia con mis pares comerciantes, importadores y pequeños productores es mi mejor predictor.

No hago encuestas por teléfono a personas que quieren cortar pronto la llamada, no relleno cuadernillos con estadísticas ni leo los diarios para copiar lo que otros dicen. Estoy convencido de que la banda presidencial ya tiene nombre.

No por ser el más ecuánime, justo y perfecto de los candidatos en juego. Sino como el mal menor. No me pidan cifras, exíjanme hechos. Espero medio millón de votos de diferencia como producto de una campaña donde J.A Kast y J.M Ossandón han trabajado todo lo que la Nueva Mayoría y los pactos de Alejandro Guillier han dormido…en los laureles.

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