Un año sin pausa

Fueron muchos los sucesos mediáticos, políticos, sociales y culturales que ocurrieron durante el año 2022, tantos que de algunos hechos la opinión pública ya ni se acuerda.

Por ejemplo, no hay quien se acuerde que, hasta el 10 de marzo de este año gobernó la derecha y que Chile soportó un Presidente, Sebastián Piñera, sin fuerza ni ascendiente desde noviembre de 2019. Un gobernante autocomplaciente, impopular y represivo que, además, insistió en hacer uso del cargo para propiciar repudiadas recetas a través de larguísimas entrevistas e insoportables apariciones en los medios de comunicación, especialmente, la TV abierta.

Parece que todo aquello hubiera sucedido el siglo pasado, pero no, de ello hace sólo unos meses. Ahora bien, los bien pagados publicistas del exgobernante ya idearon cómo relanzar el personaje, apareció en la tribuna del Mundial de Qatar y se aprestan a ponerlo nuevamente en carrera, cuentan a su favor con la eterna mala memoria de la sociedad chilena.

Luego, el 11 de marzo, asumió el gobierno liderado por Gabriel Boric con su recién nombrado gabinete ministerial y se instaló el nuevo Parlamento, electo en noviembre de 2021. El cambio fue bien recibido en el país. Llegaba aire renovado a la conducción política del Estado.

Sin embargo, hubo un yerro multiplicado en sus efectos por diestros adversarios ubicados en los medios de comunicación. El viaje a Temucuicui fue un paso en falso que provocó un daño irreparable a la jefa del gabinete de ministros. La violenta provocación de ultraizquierda, o de grupos delincuenciales que practican el robo de madera, fue un favor gratuito e inesperado para la acción disociadora de las fuerzas ultraconservadoras.

Luego hubo otros errores no forzados que fueron cambiando la opinión ciudadana. Ya no pareció ser la única solución el reemplazo de la antigua generación de personeros políticos por una nueva promoción de liderazgos y se revalorizó la experiencia como factor necesario en la toma de decisiones, en esas condiciones, el Presidente Boric debió modificar el balance en la composición del gabinete ministerial.

Ahora bien, eso no borra el tema de fondo, respetar y abrir espacios para que se despliegue el esfuerzo y vitalidad de la nueva hornada de militantes y activistas, como una tarea clave para el futuro democrático de Chile. El principio de alternancia en el poder, el ejercicio de la diversidad de opciones y la sucesión de generaciones resultan ser esenciales para la legitimidad del régimen democrático y la permanencia a largo plazo de las reformas sociales, de carácter estructural, que se necesitan urgentemente.

El mes de julio consagró el término del trabajo de la Convención Constitucional y la entrega del texto a plebiscitarse al Presidente Boric, de inmediato vino una vertiginosa campaña hasta el día 4 de septiembre, en la votación el Rechazo ganó al Apruebo, claramente, por 62% a 38%. El conservadurismo se impuso. Las expectativas de conseguir una nueva Constitución, nacida en democracia, se desplomaron. El triunfalismo infundado de muchos se trastocó por escepticismo y desencanto.

En ese contexto difícil y desfavorable, el Presidente Boric llamó al diálogo y la altura de miras de las fuerzas políticas, ese esfuerzo culminó después de tres meses, llenos de dudas y altibajos, en el "Acuerdo por Chile". Un compromiso con sabor amargo, pero inevitable si se quiere concluir el proceso constituyente. Por eso, ahora se trata de implementar esa compleja vía para alcanzar la nueva Constitución que reemplace, finalmente, la que impuso la dictadura en 1980.

La unidad, responsabilidad y madurez de las fuerzas transformadoras de izquierda y centroizquierda deben conseguirlo. La gobernabilidad democrática requiere su contribución esencial. Hay que seguir bregando. Ese es el desafío histórico.

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