Un pensador excepcional

Se cumplieron 70 años desde que, en mayo de 1949, inició su mandato como senador de la República, el militante socialista, profesor y filósofo, Eugenio González, eminente pensador que fundamentó en el Programa de 1947, la teoría del humanismo socialista.

Muy joven unió su vida a la lucha social y de ideas como dirigente estudiantil postulando el Derecho a la Educación y la autonomía universitaria, y como escritor con una rica y amplia creación cultural en artículos y producciones literarias, asimismo, en la investigación científica a través del estudio de las ideas y obras de pensadores eminentes de la civilización humana, factores que forjaron en él un espíritu crítico y una infatigable voluntad de saber. 

Así formó su vasta cultura y su rebeldía ante las injusticias, sus convicciones libertarias, su compromiso político y el pensamiento socialista que lo distinguió y lo transformó en una de las figuras más singulares y trascendentes del socialismo chileno. 

En Junio de 1932, fue ministro de Educación en la República Socialista de los 12 días, fundador del Partido en 1933, redactor de su Programa de 1947, Secretario General del PS (48-50), Senador (49-57), Rector de la Universidad de Chile (63-67), Presidente del Consejo Nacional de Televisión (71-73).

En su vida de profesor, parlamentario y escritor, forjó las ideas que desarrolló en la Fundamentacion Teórica del Programa de 1947: “El socialismo es, en su esencia, humanismo”. Al respecto, señaló: “A la actual realidad del hombre, mecanizado como simple productor por las exigencias del utilitarismo capitalista, opone el socialismo su concepción del hombre integral, en la plenitud de sus atributos morales y de sus capacidades creadoras”.

Así, piensa que el ser humano no es el simple ejecutor de la voluntad inexorable de fuerzas económicas, que se mimetizan en el diario vivir y que desconoce en su trabajo cotidiano, por el contrario, en su visión humanista el hombre pasa a ser el creador de si mismo en las condiciones materiales en que se desenvuelve, las que recibe separadas de sus capacidades individuales. Es la acción de millones hombres y mujeres, en las circunstancias que le han sido dadas, el actor esencial de la historia.

En consecuencia, ante el dilema creado por la coerción estatal del estalinismo en la ex Unión Soviética, Eugenio González no tuvo duda alguna: “El sacrificio de las libertades en un régimen colectivista conduce inevitablemente a inéditas formas sociales de carácter clasista y anti democrático del todo ajenas al sentido humanista y libertario del socialismo. Ningún fin puede obtenerse a través de medios que lo niegan…”

La perspectiva del tiempo permite apreciar como esa potente contribución conceptual abrió la ruta para que Salvador Allende, en los años 70, presentara la “vía chilena al socialismo, en democracia, pluralismo y libertad”, como un camino diferente al seguido hasta entonces por las distintas experiencias socialistas, en otros países y regiones, instalando la democracia como el centro del proceso de cambios y transformaciones estructurales.

Esa visión fue la profundización de la democracia, un diseño estratégico de reformas sucesivas que movilizaban una amplia mayoría social para hacerlas posible.

Por eso, Allende como líder de la izquierda interactuaba intensamente con el movimiento popular, a través de los Partidos y organizaciones sociales representativas, y tomaba distancia de minorías mesiánicas. 

Esta idea allendista de reformas sucesivas, como paso necesario de transformaciones estructurales, plasmada en la “vía chilena”, una ruta revolucionaria por su contenido esencial, tuvo apoyo universal en el debate de ideas de la izquierda, con la lógica excepción del dogmatismo de ultra izquierda por una parte, y por otra, de aquellos que se alinearon en la oposición o que se habían sumado a la conspiración imperialista.

Salvador Allende al formular la “vía chilena” tuvo una argumentación conceptual que le permitió tomar en sus manos las banderas de la libertad y la democracia porque hubo un precursor, un profundo pensador como Eugenio González, en su contribución se aprecia la continuidad histórica del socialismo chileno, una fuerza política, social y cultural que no se inventó de un día para otro, que representa décadas de lucha del pueblo de Chile, cuyas raíces se hunden profundamente en la realidad chilena.

El patrimonio que legara Eugenio González al socialismo chileno se valora y aumenta con el paso del tiempo, lejos de atenuarse se engrandece, porque apuntó a resolver la gran debilidad del pensamiento socialista contemporáneo, esto es el vínculo indivisible que tendrá que existir entre el avance hacia el socialismo y el fortalecimiento de la institucionalidad democrática. 

La senda autoritaria como vía al socialismo se ha mostrado porfiadamente incapaz de asegurar la perdurabilidad del progreso social, es una construcción teórica que parece una ciudadela inexpugnable, pero no resiste las exigencias libertarias de nuestra época, tal como Eugenio González lo advirtiera en tantas ocasiones. 

La vía democrática chilena, que ha permitido ir desplazando el andamiaje neoliberal, pero que no ha resuelto la fosa de la desigualdad, es una ruta de mayorías que promueve un protagonista social consciente, capaz de cautelar las conquistas sociales del anquilosamiento burocrático o de la improvisación voluntarista, y de derrotar los intentos de regresión ultra conservadoras.

Cuando se nubla la perspectiva democrática por el bullicio generado por la ultraderecha, agrupémonos con unidad en la diversidad, inspirados en el legado de coherencia y nítida consecuencia de Eugenio González un pensador socialista, un demócrata ejemplar.

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