Una derrota del egoísmo clasista

En los procesos de reformas, de modo especial en la Educación, por su naturaleza gradual, se instala con cierta habitualidad la duda - cuando se registra un avance - de si tal logro tiene efectivamente el carácter de ser sustantivo, o si no lo fue, y su eventual impacto es solo aparente, demasiado parcial  o incluso nulo.

Ese debate tiene lugar, una vez más, a propósito de la votación en la Cámara de Diputados del proyecto sobre la gratuidad en la Educación Superior. A unos les pareció bien y a otros mal, sin contar a los que están en contra de la gratuidad en la enseñanza universitaria.

Lo concreto es que se establece que todos los jóvenes, cuyos hogares estén dentro del 60% de menores ingresos, quedan incluidos en este derecho a la educación superior, desde el año 2018. Ello aumenta la situación actual que alcanza hasta el 50% de esos hogares. Además, al concluir el trámite legislativo, esta disposición será ley permanente y no sólo una glosa en el Presupuesto, aprobado por el límite de un año.

En la derecha la pugna fue fuerte, en Renovación Nacional se pronunciaron a favor de la gratuidad con el 60%, pero el rechazo de Piñera los hizo retroceder; así éste mostró su cara más regresiva, la clase media no le importa; su egoísmo clasista le hace privilegiar la posición dominante de los grandes consorcios, esa es su auténtica motivación.

Pero hay fuertes críticas desde el Frente Amplio, se formulan sin asumir que no existe avance duradero que se haga de una sola vez, y sin valorar tampoco, que este avance gradual está cimentando la concreción del objetivo definitivo mucho mejor que, si se intentara hacerlo todo de una vez, y luego constatar que no hay ni los recursos ni la preparación necesarios para conseguirlo. Así la prisa al final terminaría en puras lamentaciones, cuando se cae todo por la borda.

Esta incapacidad de valorar lo que se logra avanzar hace rato que existe, hay una reflexión desde una burbuja, en que la derecha no cuenta, las dificultades de asegurar mayorías tampoco, y se desconoce la fuerza parlamentaria de quienes bloquean las reformas. En esta votación se reduce la política a una contienda de los buenos contra los malos, y se ignora la derrota del clasismo autoritario y regresivo con que Piñera pretende volver a La Moneda.

El producto que se ha generado es un desprecio a los logros populares, que en su esencia son reformas, de diversa profundidad pero reformas, porqué son movilizaciones sociales surgidas de reivindicaciones diversas o de demandas territoriales que luego deben ser encauzadas en la acción política por los Partidos, que se comprometen con ellas y las transforman en iniciativas de Estado.

Una demanda política global, de cambio del sistema institucional en su conjunto, que fusione lo social y lo político, no ocurre desde la gran movilización nacional que culminó el 5 de Octubre de 1988, con la derrota de Pinochet y la creación de las condiciones para el inicio de la transición a la democracia.

No obstante su carácter pacífico, aquel si fue efectivamente el paso de un sistema a otro, de la dictadura a la democracia. Y luego el andamiaje institucional se ha tenido que ir reformando paso a paso, con tesón y mirada de largo plazo. En rigor, los que descalifican este proceso, no han entendido la realidad de Chile, la que determinó finalmente un tipo de transición y no otra alternativa.

En este periodo, el menoscabo de los avances democráticos, ha nutrido la abstención y esta, a su vez, resulta ser un decisivo aliado de la derecha, que sonriente aumenta su fuerza parlamentaria, incluso con menos votos, pero inflada artificialmente por la reducción del universo de electores que deciden participar. Si ha habido debilidades o errores, no se resolverán con una derecha que se impone en el Congreso Nacional.

En este contexto, hay que realzar el significado de esta reforma que avanza en la gratuidad y hace posible ejercer la educación como un derecho, doblegando la oposición de la derecha y el populismo piñerista. El tiempo le dará el valor que tiene, incluso entre los que no perciben, cuando se da un paso importante en la lucha social.

Así fueron en su época la instrucción primaria obligatoria, las leyes laborales y de sindicalización de los trabajadores, la cédula única contra el cohecho, el término de la ley maldita, el derecho a voto de la mujer.

Así fue la reforma agraria y la nacionalización del cobre; de esta última la "ultra" criticaba que con ella no se tomaba "todo el poder".

En fin, son muchas las reformas que en su momento no fueron debidamente valoradas y que el tiempo demostró su trascendencia. Suele pasar que los árboles no dejan ver el bosque.

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