Unidad en segunda vuelta, prueba de fuego para el Frente Amplio

Las preguntas y toma de posiciones ante una eventual segunda vuelta entre la Concertación y Chile Vamos ya han comenzado a aparecer desde el Frente Amplio. Desde RD Giorgio Jackson, Miguel Crispi y Rodrigo Echecopar han mostrado posturas que no necesariamente coinciden entre sí ni con la manifestada por Andrea Salazar (MA). Ya se  ve claro que la situación no sería sencilla de resolver.

Por supuesto, todos trabajamos para que sea Beatriz Sánchez quien esté en la papeleta. Esta columna se sitúa en la eventualidad (plausible) que se repita la situación de las últimas presidenciales. En tal caso, desde Izquierda Autónoma nos parece fundamental llamar a que como Frente Amplio seamos capaces de construir una postura única para enfrentar este escenario. Y es que cualquier postura que se tenga, sólo tendrá fuerza si la empujamos todos juntos.

Si algunos llaman a anular/abstenerse para no legitimar al duopolio y al mismo tiempo otros llaman a votar contra Piñera buscando intervenir en el rumbo del eventual gobierno concertacionista, ni los primeros tendrán el peso simbólico de hacerlo con toda la coalición, ni los segundos la capacidad de incidencia que les daría tener el acuerdo del conjunto de los partidos y candidatos que hayan participado en la elección. Raya para la suma, actuar sin unidad es un sinsentido político.

Una visión de largo plazo redobla esta necesidad. Y es que si aspiramos a construir un proyecto histórico que sea capaz de superar el actual ciclo neoliberal, tenemos un montón de carencias por superar.

Una de ellas es forjar una cultura política que permita la expresión de diferencias legítimas, pero a su vez reconocer cuando la relevancia del escenario nos obliga a estrujar esas diferencias al máximo y buscar mecanismos democráticos - hasta ahora insuficientes o derechamente ausentes en el Frente Aamplio -, donde aquellos cuyas posturas pierdan, se sumen a la mayoritaria.

Dicho en corto, la unidad de un proyecto alternativo solamente se construye sabiendo superar de manera exitosa los momentos de mayor tensión, sacarle el poto a la jeringa y tomar la postura cómoda, en que cada cual decida por su lado sólo perpetuará un Frente Amplio entendido exclusivamente como alianza electoral. La historia de las fuerzas alternativas durante las anteriores elecciones presidenciales son un claro y triste ejemplo de aquello.

Debemos evitar aquellas posturas que más daño nos harían. Por un lado, el negarnos la posibilidad de ser actor, asumiendo como irrelevante lo que ocurrirá en las elecciones, no es admisible para quienes queremos transformar la realidad y no solamente observarla.

Por otro lado, dar apoyo para “evitar que gane la derecha” o a cambio de compromisos programáticos, que la historia reciente nos ha enseñado cuán poco valen para la cultura concertacionista, posicionaría a nuestro proyecto dentro de la órbita de control de los partidos de la transición, renunciando a la tan necesaria autonomía.

Que éstas no sean las únicas opciones a fin de año dependerá de que construyamos conjuntamente nuevos escenarios.

Esto se vuelve particularmente relevante en esta elección. De todos los candidatos que han llevado los partidos laicos de la Concertación, Alejandro Guillier es probablemente el que más se aleja de nuestros ideales. Pese a su retórica progresista, tiene un largo historial de estar en la otra vereda cuando las papas queman, desde su operación en contra del juez Calvo hasta su tironeo junto a la DC para que las instituciones puedan objetar de conciencia el abortar; desde protagonizar publicidad para las Isapres hasta su postura errática respecto a la necesidad de terminar con las AFP. Tras 4 años en el Senado, no queda ninguna ofensiva política relevante de quien busca ser el líder político del país.

Así las cosas, la situación no será sencilla, y tendremos que trabajar con suma seriedad y responsabilidad. Aparentar que es una dicotomía simple es sólo autoengañarse. Pero algo tenemos claro, en todas las circunstancias que tengamos un rol que jugar, nuestra posición debe ser aquella que dé espacio decisional en la política a las mayorías excluidas del país, en la búsqueda por reformas profundas en los principales temas que nos han movilizado y nos han devuelto la esperanza en otro futuro.

Esto no se logrará ni siendo espectadores ni delegando en la NM nuestras aspiraciones. Ese debe ser el principio guía si nos llega a tocar enfrentar un escenario de segunda vuelta sin nuestra candidata.

La historia reciente y el perfil del candidato principal de la Concertación demarcan el contexto general. La situación específica es una historia que sólo tendrá sentido si la escribimos en unidad.

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