Cualquier ciudad del planeta quisiera tener la oportunidad de tener dos importantes inversiones por un total de US$ 750.000.000. Valparaíso las tiene paralizadas y el porteño común y corriente, el del cerro, no tiene claro porqué. Mucha tinta ha llenado titulares de prensa y espacios en redes sociales. Entre líneas, la lucha de intereses es evidente.
Desde el Cabildo de 1991, con amplia participación ciudadana, el porteño ha registrado su anhelo de construir futuro de la mano del crecimiento portuario y de la habilitación de nuevos espacios que le permitan volver a recrearse en el borde costero. Un factor común guía su afán: la imperiosa necesidad de crear empleos y recuperar la economía de nuestra alicaída ciudad-puerto.
¿Cómo conseguir modificar el rumbo extraviado sin transformaciones de la realidad presente? nuestra prensa ha cubierto de sobra la opinión de los “unos”, que advierten que junto a los nuevos proyectos llegará el apocalipsis. Algunas de sus caras visibles no pierden oportunidad para autoproclamarse como genuinos y posibles salvadores de la debacle. Sus verdaderos líderes no se ven, son invisibles. Pero muy de vez en cuando, o casi nunca, se conoce la opinión de la gente sencilla, del pueblo humilde, de los “otros”.
En los trágicos acontecimientos de 21 de mayo que costaron la vida del guardia municipal Eduardo Lara, todos sabían que era muy posible que sucedieran las desgracias registradas. Se ahogaron las voces de alerta, la del Alcalde, la de la Liga Marítima y también la mía. No nos escucharon, éramos los “otros”, como lo fue también la gente de Valparaíso, don Eduardo y su familia. Perdimos los “otros”, la mayoría, el pueblo que quisiera vivir en familia la fiesta cívica de las Glorias Navales.
Nadie escucha a nadie, a nadie le importa nada, el no hacer nada es la política, la actitud más cómoda y conveniente. Para qué si los “unos” dicen otra cosa, meten más ruido.
No escuchar a la gente es delicado, es como una olla a presión que sube su temperatura, y cuando lo hace, generalmente todos lo lamentan, incluido los indiferentes, pero los que finalmente sufren las consecuencias son los “otros”.
El caso del Terminal de Pasajeros de Cruceros es patético y conmovedor. Por segunda vez su construcción es paralizada judicialmente por el accionar de una sola persona que intenta apropiarse de la representación del porteño. ¿Quién en su sano juicio podría estar en contra de un nuevo equipamiento turístico y centro de eventos de este nivel para Valparaíso? Entre líneas, ¿quién pierde con más fomento al turismo y al empleo? ¿No será que alguien desea esos terrenos para otra cosa en beneficio propio? Si Valparaíso no cumple el compromiso de tener habilitado su nuevo terminal en el mes de octubre perderemos prestigio y credibilidad internacional, perjudicando al turismo de Valparaíso pero con un impacto en el turismo a nivel nacional, como han explicado varios expertos en la materia. Pero no solo eso, nuevamente perderán los “otros”.
Al parecer un magnate naviero habría financiado ilegalmente campañas políticas y algunos comentan que muchas cosas más. Seguramente confía en que en la mantención y ampliación de su monopolio está el futuro de los “unos” y los “otros”. Otro empresario construye un centro comercial, pero se opone a otro centro comercial en la ciudad. Seguramente confía en que su aporte social es de tan relevancia que merece exclusividad. De nada de esto se enteran los “otros”, simples y humildes sin capacidad de ver la falta de transparencia de las batallas en su nombre. Pero pierden, como siempre.
Valparaíso no es muy diferente a Chiloé, tenemos una batería de problemas: sociales, laborales, también pesqueros, pero lo más grave es la frustración, desesperanza, la rabia contenida.
Esta es la presión de indignación que se está acumulando en Valparaíso. Los “otros”, la mayoría silenciosa, se está cansando. Cunde la angustia y se está urdiendo un clima de protesta general en contra de los tomadores de decisiones y, especialmente de los “unos” que hablan en su nombre.
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