Las recientes elecciones regionales y municipales confirman una realidad nacional compleja, contradictoria, en que surgen o se mantienen fuerzas diversas, sean de género, generacionales, sociales o temáticas. Son muy significativas e indispensables en un país democrático, pero que no suprimen ni pueden sustituir a los anchos cauces de las fuerzas fundamentales existentes en Chile.
Por momentos, las expresiones parciales o individuales se han multiplicado tanto que se da un cuadro de dispersión, un archipiélago de opiniones, que en el debate parlamentario ha sido visto con preocupación por el riesgo de fragmentación del sistema político y las repercusiones de ello en la estabilidad democrática. Hubo casos de situaciones caóticas en la discusión parlamentaria.
Sin embargo, los recientes comicios indican que también en las fuerzas políticas de carácter nacional está presente la realidad territorial compleja, sin excluir la diversidad que subsiste en las corrientes culturales y sociales del país. Así como, hay expresiones autónomas en comunas o regiones que reflejan y se sienten parte de las grandes opciones existentes en el escenario nacional.
La diversidad y el pluralismo en las opiniones e intereses resulta clave en la configuración de un auténtico proyecto nacional, sin embargo, la diversidad no debe dispersar a las fuerzas progresistas, su presencia debe enriquecer y no debilitar la convergencia de las más amplias corrientes y expresiones de izquierda y centroizquierda.
No obstante, hay que insistir en el negativo fenómeno del "transfuguismo", es decir, del comportamiento oportunista y acomodaticio de figuras locales que circulan como en el futbol, "con el pase en la mano", van y vienen, un día son militantes y al otro son independientes, aportando al aumento del descrédito del sistema político.
Ahora bien, se repite que las municipalidades son la "previa" de las presidenciales, claro que hay una relación, no mecánica, pero la hay. Las fuerzas de izquierda y centroizquierda tienen un respaldo en torno al 40% y la suma de la derecha y la ultraderecha bordea el 50%.
Es una situación permeable y modificable por el proceso político y social de los próximos meses conectada con la voluntad de unidad y capacidad organizativa de los proyectos políticos a dirimir por la ciudadanía. Entregar por ya establecido el resultado de noviembre de 2025 es un triunfalismo propagandístico de la derecha. No hay que pisar el palito. Si hay unidad, la última palabra no está dicha.
Sigue en pie el dilema esencial, por una parte, si Chile avanza en más democracia, justicia social y libertades ciudadanas o, por la otra, se impone la regresión neoliberal hacia más restricciones laborales, recorte de derechos sociales y conservadurismo cultural. O prevalece la voluntad de la ciudadanía o el imperio de las colusiones y abusos del mercado.
En el balance, hay una diferencia que no es definitiva. Ahora viene el momento de la acción política, el desafío de unirse y proyectarse, de articular el corto, mediano y largo plazo, si la izquierda y la centroizquierda tienen esa capacidad, de reformar con la responsabilidad política necesaria para asegurar la estabilidad democrática, entonces ese 40% es un buen punto de apoyo.
Por el contrario, como se intentará incitar desde la hegemonía mediática, si los demócratas que no son neoliberales se dividen y confrontan entre sí serán derrotados. Sumar y no restar. Esa es la clave de la brega política de los próximos meses.
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