Luego de cinco años, hoy podemos decir con toda certeza que tenemos universidad en Chiloé. Efectivamente, precedido de las demandas ciudadanas, de las presiones por subir el estándar a la oferta de los gobiernos y del esfuerzo político y económico de varias instituciones regionales y locales, hoy nuestros jóvenes pueden estudiar y proyectarse profesionalmente desde este mundo insular, junto a sus familias.
En estos años se diseñó y construyó una infraestructura moderna, acogedora, digna para el desarrollo académico, para la investigación y la realización de actividades de vinculación y extensión como lo han sido los foros, visitas académicas, seminarios, simposios, ferias, encuentros con autoridades de los distintos niveles de la administración y gobierno de nuestro país. Nos han visitado destacados académicos de este y otros continentes, tenemos pasantías de estudiantes europeos que han venido a complementar su formación de postgrado y han comenzado a llegar jóvenes de distantes ciudades del país que miran a Chiloé como una alternativa para comenzar a construir su futuro. Estamos contribuyendo a una conectividad de nuevo cuño, más sustancial y global.
Luego de 30 años, la Universidad de Los Lagos ha consolidado un proyecto universitario apreciado como tal por las familias y los jóvenes, reconocido por nuestros actores e intelectuales de los más diversos sectores del mundo cultural. Sus aulas han sido un lugar de acogida en momentos de orfandad para muchos. Desde este espacio universitario hemos contribuido al debate de los sentidos de nuestra insularidad, promovido el encuentro con nuestra historia y cultura local, con nuestra identidad y aspiraciones de mayor descentralización y autonomía territorial.
En lo formativo académico, hemos superado una oferta técnica que, si bien ha titulado a más de 1.500 jóvenes que hoy forman parte del mundo productivo y social, estábamos conscientes que era insuficiente para fortalecer una estrategia que busque potenciar el desarrollo sostenido, elevar las capacidades productivas y contribuir al bienestar común. No solamente más jóvenes estudian hoy en esta sede universitaria, sino ahora estudian carreras profesionales que solo las universidades pueden ofrecer. Y más, podrán estudiar postgrados y continuar especializándose luego de obtener su licenciatura. Lo mismo para nuestros académicos, quienes tendrán un espacio para fortalecer sus capacidades de colaboración investigativa en el territorio, a través de un Centro de Estudios Insulares.
Hoy muchas personas me han señalado que se sienten orgullosas de decir que han estudiado o lo están haciendo en esta universidad, cuyo nivel de acreditación de avanzada les asegura calidad, seriedad y proyección. Sin embargo, lo anterior no es suficiente para decirse satisfecho, pues es necesario mantener el esfuerzo para que el desarrollo académico y la formación profesional dialoguen más con los actores relevantes de sus áreas de formación, para consolidar y ampliar la oferta académica profesional de manera sostenida, para asentar la investigación y ampliar la oferta de postgrados. ¿Es la universidad que soñábamos? Yo diría que es la Universidad que Chiloé esperaba construir entre todos, a través de un camino de reflexión y diálogo, con más capacidad para tomar decisiones compartidas, con más oportunidades para la colaboración social.
La Universidad que soñamos es por esencia pluralista, que reconoce que su única militancia es su compromiso con la trasmisión de la cultura, con la enseñanza de las profesiones y la investigación científica, como casi cien años atrás nos señalara tan certeramente José Ortega y Gasset, pues el deterioro de las ideas como el dogmatismo impositivo de alguna moda intelectual, constituyen un empobrecimiento general y se aleja de la misión superior de la universidad y de la sociedad.
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