A 40 años de la casi guerra entre Chile y Argentina

El 21 de diciembre de 1978, la flota Argentina se dirigía rumbo al Estrecho de Magallanes. La flota chilena la esperaba. Embarcado en una de nuestras Torpederas estaba un joven oficial, primo de mi madre,  quien había dejado el testamento de rigor.

A su vez, en la Isla de Tierra del Fuego, en la frontera terrestre, un subteniente del Ejército tenía la orden de detener el avance de las primeras tropas y tanques argentinos “hasta el último hombre”.

No disponía de medios ni menos, artillería para ello, por lo que camufló unos tubos de cemento, e hizo creer a los argentinos que eran lanzamisiles.

Me contó que una vez concluidos los “vientos de guerra”, se reunió con sus adversarios y cuando les mostró sus lanzamisiles, todos rieron de buena gana.

Por último, cuando le pregunté a mi padre si lo llamarían a combatir, me respondió que no me preocupara, porque como constructor civil seguramente lo enviarían a la reserva, a construir puentes.

Le dije que quería enlistarme, pero riéndose me contestó que no sería necesario, porque todo se iba a arreglar, pues no se iniciaría una guerra donde nadie saldría ganador.

Estuvimos ad portas de un conflicto bélico que habría cambiado las relaciones diplomáticas entre dos países vecinos y hermanos, unidos por fuertes lazos históricos, comerciales, culturales y sociales, entre otros. No por casualidad el 40,2% de todos los chilenos en el exterior residen en Argentina.

Finalmente, gracias a la intervención y mediación del Papa Juan Pablo II, se evitó un enfrentamiento bélico de envergadura en el extremo sur del mundo.

Gracias a Dios, hubo actores que colaboraron también, tras bambalinas, por una solución pacífica del conflicto del Beagle, uno de los cuales fue el ex Presidente estadounidense Jimmy Carter.

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