Volatilidad internacional e inclusión de chilenas y chilenos en el exterior

En un mundo donde la proliferación de los conflictos y la competencia económica entre potencias está obligando a Chile a reforzar su presencia en la arena multilateral, en los mercados y a nivel de soft power, se hace impostergable una tarea que ha sido largamente postergada: la plena inclusión de la comunidad de chilenos en el exterior en los procesos políticos, económicos y culturales del país.

Según cifras oficiales del Ministerio de Relaciones Exteriores, más de un millón de chilenos residen fuera del país, constituyendo una diáspora diversa y activa. Muchos de ellos partieron al exilio durante la dictadura, forzados por la represión y la persecución política. Otros emigraron en busca de oportunidades económicas, académicas o profesionales. Hoy, esa comunidad no solo mantiene vínculos afectivos con Chile, sino que también aporta a su proyección internacional desde distintas trincheras.

La comunidad chilena en el exterior ha sido protagonista en ámbitos clave. Hay empresarios que han impulsado exportaciones de productos nacionales en mercados competitivos e investigadores que brillan en universidades de prestigio. También tenemos líderes políticos y sociales que construyen puentes entre Chile y el mundo, como la exministra de Turismo de Canadá Soraya Martínez, la diputada del Parlamento de Cataluña Beatriz Silva, la diputada del parlamento alemán Isabel Cademartori, por nombrar solo algunos ejemplos. A su vez, nuestro país posee creadores audiovisuales que han llevado nuestras historias a circuitos culturales globales, como Pedro Pascal, Mon Laferte y Pablo Larraín.

La contribución de esta diáspora no es marginal ni nostálgica: es activa, estratégica y moderna. Sin embargo, su participación en los asuntos nacionales sigue siendo limitada. Aunque desde 2017 se reconoce el derecho a sufragio en elecciones presidenciales desde el extranjero, los chilenos en el exterior aún carecen de una representación parlamentaria propia.

Una primera medida concreta sería la creación de un distrito electoral especial para el padrón exterior, siguiendo ejemplos como Francia, Italia o Colombia. En su defecto, conforme a la viabilidad legislativa, se podría incorporar el padrón exterior a distritos ya existentes, garantizando que el millón de compatriotas en el extranjero no quede excluido del debate legislativo.

Junto con ello, cada embajada y consulado debería constituir Consejos de la Sociedad Civil, integrados por representantes de la comunidad chilena local, con atribuciones consultivas y de auditoria (medida muy pertinente considerando los nuevos estándares que impulsa la Contraloría y hechos bochornosos que han acaecido respecto a algunos Embajadores). En lo económico, se debería reconocer también el potencial de retorno de muchos compatriotas que desean volver a Chile. Para ello, se pueden establecer programas de ayuda al retorno, en coordinación con BancoEstado, Sercotec y Corfo, que faciliten la reinserción productiva y la creación de emprendimientos en regiones. Esto no solo es una medida solidaria, sino también estratégica para descentralizar el desarrollo.

Por otra parte, los chilenos que deciden permanecer en el exterior también pueden ser aliados fundamentales del desarrollo nacional. Considerando la experiencia internacional, así como algunas políticas acotadas que ya se han implementado en Chile (como los fondos de Dicoex y Fondart), InvestChile, ProChile, Corfo, Sercotec y el Ministerio de las Culturas, podría crear programas y fondos especiales para fomentar asociaciones empresariales entre chilenos en el extranjero y empresas en territorio nacional. Estas alianzas podrían facilitar la entrada de productos chilenos a nuevos mercados (clave en el contexto de la guerra comercial que impulsa Trump), promover proyectos audiovisuales con identidad chilena y ampliar la proyección cultural del país.

Por otro lado, en el ámbito educativo, una demanda sentida por las nuevas generaciones de chilenos y chilenas en el exterior sería la creación de un programa exclusivo de becas para estudiar postgrados en Chile. Con esta política, no solo podríamos fortalecer el capital humano avanzado, sino también promover la vinculación estructural de la diáspora con los procesos de transformación social, científica y productiva del país.

Considerando todo lo anterior, un nuevo ciclo político no solo debe significar grandes avances en materia de crecimiento económico, empleo y seguridad, sino que también una redefinición profunda de la relación entre el Estado chileno y sus ciudadanos, estén donde estén. Incluir a los chilenos en el exterior es una deuda democrática, pero también una oportunidad histórica: sumar talento, redes y visiones que, desde distintas partes del mundo, desean contribuir al desarrollo de una patria más justa, abierta e inclusiva.

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