Sobre “perros y gatos“ de Monseñor Ezzati

Jorge Maturana Maldonado
Ultimos publicados:

Sin ofender a nadie es consabido que el episcopado católico chileno no cuenta con ninguna lumbrera teológica que se mereciera destacar. Las facultades de teología no parecen jugar tampoco ningún rol importante en el diálogo nacional.

El pueblo cristiano chileno solitario,  sin líderes intelectuales y curiosamente muy sumiso a la jerarquía eclesiástica nunca ha estado en condiciones de “irse en collera“ o de contradecir a sus pastores. Por un mal entendido concepto de la fe como sumisión y no de diálogo entre laicos y clérigos como en Europa,  cosa  que ya comenzó con el Iluminismo en el siglo 18 y que en la Iglesia Católica se expandió entre las nuevas líneas del Concilio Vaticano II.

La gran excepción de los últimos años: la apabullante crítica de las bases cristianas en Chile a los abusos sexuales que tuvieron su punto más alto en la visita del Papa Francisco a Chile a comienzos de este año.

Por otra parte, muchos católicos no parecen conocer en Chile la diferencia que se hace en la teología entre el “cargo“ y “carisma“. El que un simple hombre consagrado se presente ante la comunidad cristiana con un “cargo“ o “carguito“ eclesiástico no significa automáticamente que tenga “carisma“ cristiano, ni mucho menos que sea de por sí “santo“.

Es decir no necesariamente, mejor dicho  rara vez arrastra a los fieles  por su espíritu e irradiación intachables y que “huele“ a santidad, más allá o presencia de Dios.

Por qué extrañarse entonces que el actual cardenal, Arzobispo de Santiago Ricardo Ezzati Andrelo haya tenido la semana pasada la increíble e imperdonable osadía de ofender, discriminar y comparar a personas transexuales con “perros y gatos“. ¡Qué nivel!, se trata de un representante de la iglesia católica en Chile que es titular de un cargo importante,no se puede simplemente hacer “vista gorda“ y decir “perdónalo Señor porque no sabe lo que dice".

El desengaño de pastores como éste ya no puede ser mayor. Monseñor Ezzati parece no haber tomado para nada en serio la precaria situación del episcopado chileno, de la jerarquía eclesiástica y de los sacerdotes y consagrados. La iglesia católica en Chile se está aserruchando el piso sola.

Hay que rogar a Dios para que en Chile no se produzca el mismo fenómeno que en Europa, que miles y miles de católicos se retiren jurídicamente y abandonen la iglesia católica, sin dejar de creer en Nuestro Señor Jesucristo. 

La seriedad y la urgencia de la hora exigiría a mi juicio una actitud totalmente diferente de la jerarquía, empezando por el episcopado: vestirse con sacos de ceniza como en el medioevo, golpearse el pecho con sinceridad y abrir la boca con una humildad hasta ahora totalmente desconocida.

Ya quedaron atrás los siglos en que el magisterio se atribuía el rol de ser el único poseedor de la verdad absoluta. Especialmente en el campo ético la pérdida de la autoridad moral  ya no tiene límites. No sólo en Chile, pero sí también en Chile.

Respecto al debate nacional desencadenado por la extraordinaria película ganadora de Oscar “Una mujer fantástica“ lo atinado sería que la jerarquía mirara a hermanas y hermanos transgéneros  con respeto, solidaridad e interés. El tema transgénero desata muchas interrogantes entre los teólogos serios.

A mi juicio es un verdadero enigma o misterio que hay que meditar con prudencia, moderación y profundo respeto. 

¿Se trata de personas de las que Dios se ha olvidado?

¿Qué pasó con la creación?

¿Hubo un error en la repartija de los genes? Algunas filosofías aseveran que el alma humana no es sexuada en sí. Se vuelve masculina o femenina según en el cuerpo que “cae“. Pero ¿qué pasa si por algún error genético (no de Dios por supuesto) se juntan cuerpo y alma no coincidentes? Enigma tras enigma.

Monseñor Ezzati no parece mirar a las personas transgéneros como hijos de Dios y quizás tampoco como hermanas y hermanos en la fe. Una teología sobre el tema “Personas Transgender“ debería tener en cuenta que esas personas llevan en muchos casos una cruz sobredimensional. No todos están muchas veces en condiciones de amar la vida y terminan quitándosela. Ellos merecen nuestro respeto y solidaridad.

La jerarquía debería mirar primero en forma muy crítica dentro de sus propias filas y sanar en la raíz los tumores de inmoralidad, inconsecuencia, hipocresía y pecados garrafales en contra del mandamiento del amor. No es justo sacar a cada rato la “paja del ojo ajeno“ del laicado.

Mejor sería hacer una confesión pública de todos y volver a empezar en el nombre de Dios creador, nuestro Señor Jesucristo y del Espíritu Santo que podría impulsar a un Concilio Vaticano III. 

Sería interesante a propósito, entrevistar a Monseñor Ezzati sobre el prostituto italiano – “call boy“ – Francesco Mangiacapra (30 años) que prestó servicios sexuales a innumerables cléricos de  la iglesia italiana durante 7 años y que ahora abrió la boca y los denunció a todos, con nombres y apellidos. Escribió un libro y se puede ver incluso en You Tube, Faceboock, Instagram etc. Otro gravísimo problema para el Papa Francisco. ¿Qué hacer con eso?

Ya es hora que los católicos nos tratemos con mutuo respeto, tolerancia y sin fundamentalismos de ningún tipo.

Sin ir más allá, ningún católico se mofa en público del celibato presbiterial o religioso. No siendo esencialmente perteneciente al sacerdocio, e incluso siendo “contra la naturaleza“ sexual humana se ha tolerado en occidente desde que en 1022 el Papa Benedicto VIII  lo impuso por razones testamentarias y de pureza cúltica y no de moral ni nada. Pero los católicos lo respetamos y no lo vilipendiamos.

Claro,  con los increíbles e innumerables escándalos y abusos sexuales el tema está por el suelo. A pesar de eso muchos católicos presumimos  que una gran cantidad de sacerdotes, religiosos y obispos son honestos y viven y practican su celibato o votos en forma correcta y admirable y son ejemplares en vivir el mandamiento supremo del amor y respeto al prójimo.

Con esa analogía absolutamente impropia y desatinada de comparar personas trangeneros con “perros y gatos“ Monseñor Ezzati perdió desgraciadamente el buen tono y con esto se descalificó como máximo pastor en Chile.

El debería disculparse en público en la sociedad chilena por este tipo de exabruptos y falta de respeto a personas trangéneros. Sería atinado que investigara en libros de teología para ver si encuentra algo al respecto. Si no encuentra, lo que es muy probable porque es un tema y desafío nuevo, debería juntarse con teólogos laicos inteligentes, modernos y de vanguardia. Volver a leer el rancio Catecismo Romano no le serviría de nada.

Además sería estrictamente necesario y de acuerdo a los tiempos que la jerarquía de la iglesia católica dialogara y trabajara en conjunto con las ciencias como la Medicina, Biología, Genética, Psicología y otras. Ver todo sólo a la luz de la fe interpretada sin crítica alguna y de acuerdo a teologías arcaicas y medievales no hace avanzar a la iglesia.

También dialogar con personas presuntamente ajenas o malvenidas en la iglesia o mal vistas por el clero por no calzar en el perfil pío, autosuficiente y excluyente de la iglesia católica. Hacerlo podría ser un gran signo. Quizás se recuperen en el país una que otra oveja descarriada. El Señor dice que un buen pastor va a buscar incluso a las ovejas perdidas.

Sería loable que Monseñor Ezzati aceptara la invitación de la actriz Daniela Vega y conversara con ella. Aunque no se llegue a ningún acuerdo o conclusión. Sería un gran paso empezar a escuchar de verdad a los laicos.

Monseñor Ezzati debería al menos  por último, abstenerse de repetir el disco rayado de la jerarquía eclesiástica y despedirse del sueño ancestral de que el  Magisterio  tendría el poder absoluto sobre la verdad y de ser educadora universal.

Desde Facebook:

Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado