Hace unos años, un estudio publicado en el Journal of the American Medical Association reveló que un tercio de las recetas de antibióticos eran innecesarias, ya que habían sido prescritas para infecciones víricas. Asimismo, descubrieron que la mitad de los antibióticos recetados para problemas comunes -como el dolor de garganta- eran de amplio espectro, capaces de matar a muchos organismos, pero con más probabilidades de estimular la resistencia a los mismos.
Demás está mencionar que esta resistencia ya es un problema de salud pública, uno de los más apremiantes de todo el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Estas resistencias han creado superbacterias, incapaces de ser tratadas con los medicamentos existentes y que -de acuerdo con la misma institución- podrían ser la primera causa de muerte a nivel mundial para 2050, superando al cáncer o las patologías cardiovasculares.
En 1999, Chile fue pionero en Latinoamérica al limitar la venta de estos fármacos a través de la exigencia de receta médica aunque, desafortunadamente, el problema sigue vigente. Enfrentamos el aumento en la venta ilegal de medicamentos -que entre 2021 y 2022 alcanzó el 1.000% de acuerdo al Instituto de Salud Pública-, además de la automedicación, la falsa creencia de que los antibióticos deben consumirse ante cualquier signo de enfermedad, la pésima práctica de "guardar" antibióticos de un tratamiento previo (para utilizarlos la próxima vez que se presenten síntomas y así "ahorrarse" una consulta médica) y la presión de muchos pacientes para que los médicos los receten, está generando una práctica del alto riesgo que, eventualmente, se convertirá en un peligro extendido en nuestra sociedad.
La falta de información sobre lo que provoca el abuso y mal uso de estos medicamentos es algo que debemos combatir con urgencia. No solo desde consultas médicas o mesones de las farmacias, sino también desde aulas y desde la prevención del delito, luchando contra las organizaciones que facilitan este tipo de productos para distribuirse en el comercio informal.
El mal uso de los antibióticos está contribuyendo a que las personas seamos cada vez más débiles ante bacterias cada vez más resistentes. Urge comprender que su abuso puede gatillar nuevas y más complejas dolencias en el mediano y largo plazo. Nos enfrentamos a un momento crucial porque, si no hacemos algo al respecto, dentro de poco no tendremos cómo combatirlas.
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